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A propósito de Cuba

lissitzsky_golpearlosblancoCarta abierta a los compañeros del PCE a propósito del gobierno cubano.

Por Juan Ramón Capella

 

Habéis convocado, el 18 de marzo, una concentración de «apoyo al pueblo cubano, su revolución y al gobierno».
Me temo que el apoyo, si miramos las cosas con ojos limpios de hipocresía, es esencialmente apoyo al gobierno cubano. Que es el concernido estos días por fundadas protestas de mucha gente por el durísimo trato que dispensa a los disidentes políticos.
Quisiera convocaros a reflexionar conmigo sobre lo que le ha sucedido a la revolución cubana, y también sobre los tics inconscientes que aquejan a veces al Partido Comunista de España.
Por supuesto, estoy de acuerdo con vosotros en que donde principalmente se ha torturado en Cuba ha sido en la base norteamericana de Guantánamo; y también podemos estar de acuerdo en que mucha gente sensible a cualquier comportamiento poco aceptable de los dirigentes políticos que gobiernan actualmente Cuba cierra los ojos a barbaridades realmente importantes, muy graves, cometidas por regímenes como los de Arabia Saudita, Irán, Egipto y tantos otros; gentes que miran para otro lado cuando los Estados Unidos delegan en terceros la tarea de torturar a sus presos políticos, como hizo la administración Bush y ahora no quiere investigar Obama.
Todo eso es verdad. Pero que lo sea no quita un ápice de gravedad a los torpes, injustos y crueles comportamientos de los dirigentes cubanos. Hoy condenan hasta a veintiocho años de cárcel a disidentes políticos pacíficos. Eso, compañeros, se mire como se mire, es una barbaridad. Y es la continuación de muchas cosas que probablemente empezaron a torcerse —muchos de vosotros llevaríais entonces pantalón corto— con el caso Padilla, un poeta —un poeta— quejoso con el rumbo que tomaba eso que todo el mundo ha llamado ‘la revolución’, o sea, el derrocamiento de Batista por un grupo guerrillero triunfante. Con el caso Padilla los dirigentes políticos y los intelectuales adictos al nuevo régimen cubano empezaron a emplear los métodos de represión enormemente hipócritas que había usado el stalinismo. A eso se le pueden añadir otras cosas: la persecución de las personas de condición homosexual, de la que ha dado cumplida cuenta alguien a quien no podéis ignorar: nuestro compatriota Néstor Almendros. Del comportamiento permitido a los policías y carceleros contra disidentes por la autoridad política —dicho pura y llanamente: la tortura— ha escrito otro poeta: Reinaldo Arenas.
Cierto: en Cuba hay asistencia sanitaria para todos. Y otros beneficios sociales. Pero ¿el fin justifica esos medios? ¿Creéis eso?
Porque si se dejan de lado los anteojos que a muchos hacen ver las cosas de color de rosa sólo con escuchar la palabra mágica socialismo (aunque el socialismo esté tan lejos que no haya siquiera su condición previa, que es verdadera democracia), advertiríais que en Cuba —como también en Venezuela— se da como en ninguna parte el culto de la personalidad. ¿Recordáis lo que fue —y reconocéis lo que es— el culto de la personalidad?
Sin anteojeras: la toma del poder por la guerrilla cubana no fue una revolución socialista. Ninguna minoría puede hacer una revolución socialista. Y nunca, nunca, ha habido socialismo en un solo país. El populismo castrista se llenó la boca con la palabra socialismo y se alió con los gobernantes de la Unión Soviética. Y muchos creyeron que eso era el socialismo, con una idea completamente degradada de lo que el socialismo ha de ser. Era sólo una mejora respecto de la situación anterior. Pero sólo eso.
Los dirigentes cubanos han cometido errores tremendos de los que ni siquiera se les ha ocurrido hacer autocrítica. Uno fue la zafra diez millones, una idea tan marxista que ni se alcanzó el objetivo ni tampoco fueron previstas las consecuencias del incremento de la producción en el mercado mundial del azúcar. Otro error grave fue permitir la instalación en su territorio de missiles que podían alcanzar en minutos a los Estados Unidos. Ciertamente, ni Cuba confía en los USA desde Bahía Cochinos ni los gobernantes americanos pueden confiar en sus homólogos cubanos. Así, las cosas, lo correcto sería que trataran de dar pequeños pasos para mejorar las relaciones. Sin embargo lo que uno ve es que los gobernantes cubanos, que nunca han confiado en su propio pueblo, se asustan —ésa es la palabra, compañeros— cada vez que dan un paso aperturista, y su reacción a su propio miedo es una brutal respuesta autoritaria por temor a que la apertura se les vaya de las manos. Que, por ese camino, es lo que tarde o temprano acabará por ocurrir.
Queridos compañeros del PCE: me parece absurdo apoyar al gobierno cubano. Apoyemos al pueblo. Apoyemos todo lo que podamos al demos de Cuba, a la población cubana. Para que pase lo que pase no pierda sus conquistas sociales (como las perdieron los rusos, por ejemplo). Combatamos el boicot norteamericano y su bloqueo. Pero aprendamos, en casa, a distinguir. Nadie es comunista si no es capaz de ver y pensar por su propia cuenta. En casa, compañeros, como muestra vuestra poco afortunada convocatoria, hay mucho que hacer.
Cordialmente,

2 Comentarios

  1. Independentista Andaluz

    Que sí, que muy bien, pero todas esas fuerzas que lanzáis contra Cuba, lanzadlas contra la propia España que nos oprime a los trabajadores andaluces.

  2. Con la que está cayendo con la crisis y el retroceso en las conquistas sociales, por cierto gracias a much@s comunistas, siempre un carroño encuentra el momento de hacer el trabajo sucio. Pero esto es ya una tradición de estos personajes.
    Dejo una buena reflexión de Anguita.

    ¿Por qué?

    Julio Anguita González / abr 10

    Aunque llevo una actividad más intensa de lo que debiera y quisiera, tengo tiempo para charlar casi a diario con camaradas y amigos- también jubilados y también inconformistas- en torno a una copa de vino en esa ágora inigualable que es la plaza de la Corredera de Córdoba. De un tiempo acá los veo tensos, preocupados y poseídos por una incredulidad tallada en la más dura de las rabias ¿Cómo es posible que esto esté pasando? ¿Hasta cuando esta degradación? ¿Por qué el encanallamiento es ya una seña de identidad mayoritaria en la política española? ¿Es qué no hay comentaristas, analistas o colectivos que se atrevan- desde el inmenso asco, la inmensa náusea y la inmensa repugnancia- a situar a la Justicia española en el lugar que ella se ha puesto, es decir en la yacija más astrosa del lupanar? ¿Por qué a esa pequeña isla llamada Cuba se la hace centro de las violaciones de los Derechos Humanos sin más argumentaciones que el uso fraudulento, trucado y tahuresco de los estudios de Amnistía Internacional? ¿Socialista un ministro que ante el panorama que ellos han ayudado a consolidar sólo se le ocurre apelar a los fondos privados de pensiones como garantía de tener una jubilación decorosa? ¿Socialista un gobierno que carga y recarga sobre los asalariados los costes de una crisis en absoluto generada por ellos?

    Mis anonadados contertulios- con muchos años de cárcel algunos de ellos- todavía tienen la capacidad de extrañarse, de escandalizarse, de asquearse. Siguen siendo personas honradas y con deseos de consumir los años que les queden de vida en una lucha organizada, ideológicamente vertebrada y sin concesiones a lo mal llamado políticamente correcto. Quiero decir que estos hombres con los que comparto vino, tiempo, compañía y vivencias están pidiendo a gritos ser enrolados en algo más efectivo que una simple, burocrática y rutinaria afiliación política.

    Nunca estuvo más clara la degradación del capitalismo. Nunca fue más evidente la expresión que se acuñara hace tiempo, de que la opción estaba dramáticamente situada entre el Socialismo o la barbarie. Nunca la barbarie se benefició de más consenso pasivo, abulia, desorganización y miedo escénico extendidos entre los dominados. La resignación es como un velo letal con el que la mayoría social ha vestido su inhibición.

    Las condiciones objetivas para organizar una respuesta ciudadana masiva, con líneas programáticas claras y con seriedad son óptimas. El enemigo que hemos combatido durante décadas y siglos carece no sólo de legitimidad social sino de alternativa medianamente plausible a la luz de los principios más elementales de la Justicia, los Derechos Humanos e incluso el sentido común. Su ensañamiento con los que menos tienen sólo es posible porque éstos están desorganizados, invalidados y sobre todo desarmados en cuanto a la ilusión, la confianza, los valores de solidaridad efectivamente visibles y el referente que los galvanice, los catalice.

    Se constata cada día la aparición de manifiestos, llamamientos, denuncias colectivas, plataformas y propuestas de reagrupamiento que van consiguiendo un cierto respaldo que -aunque creciente- se circunscribe a hombres y mujeres de las culturas de la izquierda clásica y a los nuevos proyectos de liberación. Sin embargo falta algo. Faltan la historia, la organización, las siglas, la memoria y la experiencia de miles de hombres y mujeres que como mis amigos de la Corredera no se resignan a dejar de combatir. Falta una chispa, una línea de acción, un llamamiento, una Convocatoria desde el ejemplo unitario y sin cicaterías.

    Somos miles y miles de ciudadanos y ciudadanas los que estamos dispuestos a renunciar a muchas cosas menos a una: el impulso liberador organizado y programado que nos llevó en su día a militar con todas las consecuencias. Organicemos la Utopía.

    mundo-obrero@pce.es

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