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Afición al deporte: ¿Una predisposición biológica?

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Antonio Sánchez Marco.El Pais.12/111/2010.

Es sorprendente la enorme atracción que ejerce el deporte sobre los seres humanos, la importancia que la mayoría de nosotros concede a las manifestaciones deportivas. Aunque, si lo pensamos detenidamente, lo que verdaderamente sorprende es que, para muchos millones de seres humanos, educados en las más diversas culturas e ideologías políticas, sea más interesante contemplar cómo otros practican deporte que practicarlo ellos mismos. Y otro aspecto, la facilidad para identificarnos con unos u otros deportistas, de alegrarnos o sufrir con ellos, incluso de enorgullecernos o avergonzarnos con sus aciertos, errores, triunfos y derrotas.

Es evidente que al lado del deporte crecen grandes intereses económicos e, incluso, políticos que se benefician de los dos aspectos que mencionábamos, del interés que genera y de esa casi inigualable capacidad de crear seguidores que posee. Pero ¿son empresas y Gobiernos los principales responsables de la expectación que existe en torno al deporte? Sólo en cierta medida. Aunque en ocasiones se haya expresado lo contrario, el interés por el deporte no es una creación social, como tampoco lo son, por poner unos ejemplos, el placer que causa la belleza (la pintura, la música, etcétera), la necesidad de alimento o de salud. La expectación por el deporte (no la práctica deportiva) está tan extendida, es tan intercultural y tan atemporal, que la explicación más razonable es que forma parte del comportamiento de nuestra especie.

Pero en el curso de esta exposición, que, adelanto, intenta mostrar que el interés por el deporte tiene un significado biológico, ha llegado el momento de establecer una distinción entre los deportes para expresar mejor los argumentos. No todos los deportes atraen por igual la atención. ¿Qué características tienen los denominados deportes de masas? Con muy pocas excepciones, no se practican individualmente y no se limitan a la manifestación de una destreza. Fútbol, rugby o baloncesto son deportes de equipo, en los que hay una planificación previa a cada competición. Antes de que comience el evento deportivo, es muy importante para el espectador conocer la estrategia (alineación, disposición de los jugadores, etcétera) que utilizarán los equipos rivales. Si no la conoce, la intentará descifrar durante el encuentro. Y, por supuesto, también disfrutará de los movimientos tácticos, de la capacidad de improvisación, de la inteligencia de los jugadores, de su destreza, de la preparación física e, incluso, de los engaños al rival que permiten los reglamentos.

Todas estas características, en sus aspectos más básicos, debieron de ser esenciales en las sociedades más primitivas, llamadas de cazadores-recolectores. En particular, cuando se formaban partidas para ir a cazar o para enfrentarse con un grupo rival.

Para estos cazadores y ocasionales guerreros, no sólo era importante la destreza con las armas, la preparación física, la improvisación o el saber engañar al contrario o a la pieza de caza. Debió de ser vital planificar previamente la acción. En los más de 150.000 años que nuestra especie ha llevado una vida como cazadora-recolectora (de hecho, esta forma de vida ha desaparecido prácticamente en la actualidad), probablemente se seleccionó la predisposición a interesarse por todo lo relativo a las partidas de caza o de guerra. A menudo, todos los hombres no podrían formar parte de estas partidas, bien por su edad avanzada o porque tuvieran que quedarse para defender a los otros miembros del grupo. Pero aquellos grupos en los que una mayoría de individuos participase en la planificación de las acciones, se interesara vivamente por las características que tendrían que tener los escogidos en cada caso y, muy importante también, se identificase emocionalmente con los cazadores o guerreros de su grupo, probablemente tendrían ventaja sobre los demás.

Por lo tanto, una predisposición a interesarse por todo lo relativo a la formación y éxito de las partidas de caza o de guerreros, y a ligarse emocionalmente a ellas, pudo fijarse en nuestra especie, en el pasado, porque constituía una ventaja selectiva en la competencia entre unos grupos humanos y otros por la caza, el agua, el territorio, etc. Los individuos que lo poseyeran y los grupos en los que este comportamiento fuera dominante, tendrían más probabilidades de prevalecer y de desplazar y marginar a sus rivales. Tal comportamiento, sin embargo, no parece que confiera ninguna ventaja clara en la actualidad. Ahora tendría una función biológica neutra.

En las sociedades modernas, las armas de fuego, la escasez de animales peligrosos y las modificaciones en el territorio (caminos, carreteras, eliminación de bosques, etcéra) ha determinado que la caza ya no sea una actividad colectiva, ni que requiera tanta planificación y esfuerzo como antaño. Sólo se parece a la caza de nuestros ancestros en la denominación. Ésta se ha convertido en una actividad de recreo, sin repercusión en la dieta y que se ejerce con un, comparativamente, pequeño esfuerzo.

Los combates entre grupos en el pasado también son muy distintos ahora. La planificación y la preparación de la guerra, como en el caso de la caza, ya no son tareas en las que estén implicados directamente casi todos los miembros de la sociedad. En las gigantescas sociedades modernas, la planificación de las guerras es competencia de unos pocos individuos, y la utilización de los medios bélicos de nuestros días está muy alejada de la experiencia del ciudadano medio. Esto se evidencia en el hecho de que el interés por los deportes colectivos no lleva aparejado un interés por los conflictos armados actuales. Para éstos, hay mucha menos afición.

Es muy común encontrar en los seres vivos algunos caracteres físicos que se desarrollaron y seleccionaron para realizar funciones en el pasado que son distintas de las que realizan en la actualidad. De manera similar, la predisposición a interesarse por todo lo relativo a las partidas de cazadores y de guerreros habría sido un carácter del comportamiento útil durante una larga etapa de la existencia de nuestra especie, pero ya no proporciona ventaja biológica al individuo que lo posee. Ese interés se orienta ahora hacia la confrontación ritualizada y muy reglamentada de dos grupos de guerreros, de dos equipos de deportistas que despliegan las mismas habilidades y destrezas básicas que los cazadores-guerreros paleolíticos.

Antonio Sánchez Marco es investigador del Institut Català de Paleontologia (www.icp.cat www.avesfosiles.com)

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