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Barco en la tormenta

esrudiantes

 

Concha Caballero. El País. 04/12/2010.

 Han vuelto al lugar del que salieron hace algunos años. Vienen con la mirada más modesta. Llegan puntuales y no se agrupan en corrillos bulliciosos a las puertas del instituto. Esperan que toque el timbre y entran en las aulas sin regatear el tiempo de espera. Cuando el profesor aparece, ya tienen preparado el bloc, el bolígrafo y la mirada atenta.

La simple forma de ocupar el espacio nos da cuenta de las pequeñas historias de quienes lo habitan. En los centros escolares, los alumnos de la mañana son como un mar embravecido, cuyas olas inundan pasillos y escaleras, y su sonido es un bramido intermitente que te acompaña hasta el comienzo de la clase. Pisan fuerte, en territorio propio. Ocupan todo el espacio disponible, se llaman a voces desde lejos y componen verdaderas barricadas con las mochilas cargadas de libros, que transportan como soldados enviados a una alegre guerra. En contraposición, los alumnos de la tarde hablan en voz baja. Deambulan solitarios entre clase y clase. Ceden el paso, piden permiso con la mirada para abrir la puerta, la ventana, encender el ordenador o reclamar tu atención en clase. Son jóvenes todavía, pero hay, en casi todos, un aire de seriedad que les atraviesa.
Entre el bullicio de la mañana y la quietud de la tarde hay solo unos años de distancia, pero todo un abismo de experiencia.Salieron de este centro o de otros similares cuando tenían dieciséis o diecisiete años. Se fueron atraídos por el canto de sirena de las ganancias fáciles, convencidos de que estudiar era perder el tiempo. Encontraron inmediatamente trabajo en talleres, oficinas o en empresas de la construcción. Trabajaban duro pero los fines de semana deslumbraban con sus coches relucientes y sus bolsillos repletos. Eran la envidia de sus antiguos compañeros de instituto que también se preguntaban si no era mejor colgar los libros y buscar ingresos que les permitieran comprar los brillantes objetos del deseo. Deslumbrados por el brillo del consumo, salieron del sistema educativo miles y miles de chicos ya que el negocio de la construcción era un mundo masculino. La historia del fracaso de las chicas -mucho menos numeroso- se suele escribir con letras de problemas familiares. Curiosamente, cuando se relatan las causas del enorme fracaso escolar de estos últimos años -especialmente en la baja cifra de estudiantes que acometían el segundo ciclo- nunca se habló de esta fiebre de ganancia que atravesó a toda la sociedad, ni de ese canto de sirenas que, a la puerta de los centros educativos, entonaba promesas de riqueza a los jóvenes que atravesaban sus puertas.
En cuatro o cinco años, estos jóvenes han vivido el éxito, la capacidad de consumo, la confianza en su destino para pasar, de forma brusca, al desconcierto, el descenso laboral o el paro. No cuentan nada de su experiencia vital. Es posible que se sientan derrotados, o al menos eso parecen decir con la mirada, pero creo que hace falta mucho valor, mucha determinación para volver donde empezaron; retomar los libros, cuando se ha perdido la vieja costumbre de estudiar y aceptar con modestia la incomodidad de este nuevo aprendizaje con sus jerarquías de tiempos, de liturgias y de exámenes.
No se han publicado los datos generales pero, al parecer, se han disparado las matrículas de mayores de dieciocho años en todos los ciclos educativos. Llegan alumnos de todos los lugares y sectores para obtener el título de ESO que, en su momento, no consideraron importante; para completar los ciclos formativos o terminar ese maldito bachiller que se quedó a medias. Tienen, en su mayoría, veintitantos años y un cierto aire de derrota, pero suponen una pequeña esperanza de futuro. Los veo redactar seriamente las preguntas del examen. Es de noche y la lluvia azota los cristales del aula. Por un momento me ha parecido estar en un barco que atraviesa heroicamente una tormenta.

4 Comentarios

  1. Finísimo apunte, Concha, a pie de escalera.

    Doy fe desde el cine Cervantes desde donde se ven las escaleras del instituto San Isidoro, donde este curso vivo el contraste entre la mañana y la tarde.

    Que no nos falte el amor por quienes vuelven con oro y sin oro al pupitre o a la derrota.

    La vocación en enseñanza se llama «enseñanza universal» y parece mentira la de profesionales de educación que todavía no se han enterado donde jueces y personal médico sí: «justicia universal», «sanidad para todos» son lemas normales en los despachos de un ateese o de una juez y, sin embargo, no les entran en la mollera a queridísimos colegas que luego, si les preguntas, dicen que lo suyo es vocación por enseñar. ¡Vamos anda!

    (me pasa tu artículo mi amiga Valle Tello, siempre única)

  2. Un barco a la deriva: doce puntos por debajo de la media europea en la comprensión de textos en el estado expañol.

    No me atrevo a pensar en Andalucía, pero la mayor parte de nuestros jóvenes no deben estar muy lejos ya del analfabetismo funcional.

    Eso sí, sus profesor@s no son responsables de nada: tan sólo obedecían órdenes.

    Comprendemos que no se resista tanto «estrés». No es otro que el de el de la mediocridad clerical-fa$ci$ta cómplice y alienante…

    ¿Hasta cuándo este Horror?

    http://www.youtube.com/watch?v=NKX-Gh9Oi_c

  3. andalusí libertario

    Es muy hermoso tu optimismo, digno de todo elogio. Aunque una duda corroe mi ánimo. Apenas me atrevo siquiera a mencionarla. ¿Y si en una tierra colonizada por el clerical-totalitari$mo, con una educación alienante y cielos sombríos, ominosos y militarizados, en realidad tu «barco en la tormenta» ha sido otro, espantoso y aterrador…?

    Ojalá que muy pronto desaparezca para siempre, ese mohoso buque del fanatismo oscurantista, enemigo eterno de la vida y de la humanidad:

    http://www.youtube.com/watch?v=B51o1LHYKXw

  4. Amiga Concha, has escrito desde el corazón y se nota. Lo que no impide la certeza de lo que dices. Este año, además hay un mal añadido. El gobierno y la consejería de Educación no han previsto la vuelta de miles de jóvenes a los estudios, y muchas y muchos se han quedado fuera sin plaza. Todos los ciclos formativos están abarrotados y con largas listas de espera, al igual que los bachilleratos. Antes el problema ya se había notado en la ESO para adultos, el perfil del demandante cambió en los últimos años de aquellas personas, ya bastante mayores, que en su día no pudieron hacer el graduado o la EGB, cambió por el de chavalas y sobre todo, como dices, de chavales entre los 18 y los 20 años, procedentes del tremendo fracaso escolar de Andalucía.
    Están también los que pasan la tormenta agarrados a algún resto del naufragio, esperemos que puedan subir al barco.

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