Raúl Solís | La Junta (con la unanimidad de PSOE, PP e Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía-¡Los Verdes!) está dispuesta a convencernos de que el nuevo modelo productivo que necesita Andalucía es la minería, una vuelta al siglo XIX justificada en la insultante estrategia de la creación empleo. Todo vale si es para crear empleo, aunque nos mate.
El todo vale de la época del ladrillazo, que tiene a casi el 40% de los andaluces en paro y al 70% de los jóvenes en la terminal de salida de los aeropuertos con destino al extranjero, es el hilo argumental con el que PSOE e IU están dispuestos a seducirnos y demostrarnos que no han aprendido nada del desastre ecológico de Bolidén y del peligro que significa depender de un modelo productivo negro, de bajo nivel de cualificación y altamente susceptible de la especulación.
Nada parece sospechar que la izquierda haya aprendido de esta crisis múltiple en la que intervienen los conflictos social, ecológico y territorial. Para la izquierda tradicional, con el apoyo inestimable de los sindicatos desclasados, el conflicto ecológico es un conflicto menor. Es la miopía de una izquierda desnortada, torpe, intelectualmente insultante y ambientalmente suicida que abraza los objetivos del capitalismo salvaje enmascarándose en tesis obreristas del siglo XIX.
La semana pasada, IU dio su apoyo a la propuesta favorable a la reapertura de la mina de Aznalcóllar, a pesar de que aún no existe un pliego de condiciones ni, menos aún, empresa conocida que esté interesada en explotar un yacimiento a cielo abierto e insertado en un territorio que será irreparable ambientalmente. Sin información de ninguna clase, IU se ha lanzado a los brazos del PSOE y de las empresas especulativas que han encontrado en la minería su refugio al ladrillo.
A cambio de 200 empleos, para un pueblo que ha recibido miles y miles de millones de euros para diversificar su actividad económica y que han sido gastados en escuelas taller de albañilería, aceras y parques y jardines, nos quieren convencer de que el ecocidio, que ha generado una tasa de paro de casi el 40%, es de izquierdas y generador de empleo.
La izquierda se equivoca. Si es conscientemente, es una torpeza imperdonable; si es inconscientemente, es aún más grave porque demuestra que la izquierda tradicional no ha entendido qué significa esta crisis económica y que la izquierda será ecologista o no será. IU ha votado a favor de un modelo productivo del siglo XIX a la vez que defiende un nuevo modelo productivo para Andalucía.
Una locura ideológica preocupante porque deja a Andalucía huérfana de una fuerza política que quiera revertir el pecado capital de esta crisis múltiple, que no es otro que el haber creído que apostar por un modelo especulativo, ambientalmente destructivo y económicamente insostenible era el secreto para llevar a cabo la segunda modernización de este país, que, si fuera un Estado de la UE, sería el de mayor tasa de paro y nivel de dependencia.
El futuro de Andalucía está en la transformación de las materias primas, en apoyarse en la pesca para tejer una industria que mire al mar, aprovechar el sol, las mareas y el viento que nos sobra para transformarlo en energías renovables exportables al exterior y en la apuesta por la investigación y la innovación para que los andaluces no se vuelvan a ver obligados a emigrar como lo hicieron sus abuelos y seamos algo más que camareros y albañiles de los jubilados del norte de Europa.
Un modelo que ha costado más de 1.000 millones de euros, entre indemnizaciones y restaurar la tragedia ecológica de Bolidén, no puede ser ni será la salida a la crisis andaluza. A no ser que detrás de la reapertura de las minas de Aznalcóllar se escondan intereses que desconocemos y que la etiqueta “Los Verdes”, que acompaña a las siglas de IU, sea negra y un adorno sin contenido.
La expresión de “nuevo modelo productivo”, que lleva siendo décadas invocada por los dirigentes del PSOE para exponer su proyecto socialdemócrata dentro del capitalismo, es equívoca. El programa aprobado por esta X Asamblea de IU, que propuso a su vez la mayoría de la dirección federal, no va a solucionar por tanto la mayor parte de los problemas de los trabajadores. Más bien, siendo realistas, es una declaración de intenciones en gran medida, en el contexto económico y político explicado, pues no se dota de los instrumentos adecuados para que Estado pueda controlar de manera efectiva la economía bajo el control democrático de los trabajadores.