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El nanofascismo

Francisco Garrido. Si  hoy  buscamos detectar  la presencia de dióxido de titanio. por ejemplo , en una   solución  líquida  por medio de un  análisis  químico o  un microscopio convencional;  llegaremos a la conclusión, errónea  como luego veremos,  de que en ese líquido  no hay nada que rebele  la presencia de Dióxido de Titanio. Pero esta conclusión es errónea por que el Dióxido de Titanio puede estar presente en esa solución bajo dimensiones  de nanopartículas (partículas de tamaño inferior a la millonésima parte de un milímetro). Para la mirada analítica  convencional las nanopartículas no existen. Pero las nanopartculas de Dióxido de Titania, o de cualquier otra sustancia,  están allí y de una forma  mucho mas agresiva e incontrolable  que bajo las formas métricas  habituales pues  carecen de barreras naturales para su circulación. Y  al mutar de tamaño han cambiado también de propiedades.

Pues bien si hacemos una simple analogía entre la química  orgánica y la ciencia  política convencional , y pretendemos detectar la presencia de  formaciones políticas fascistas con cierta relevancia  en la política actual europea.   no encontramos ni rastro como del Dióxido de Titanio Pero la buena noticia no resiste un análisis más fino: no hay  partidos fascistas  pero si  hay nanofascismo en gran parte de los partidos de gobierno europeo. Para detectar  al nanofasicmo nos es más útil la “microfísica  del poder” de Foucault que la teoría de los partidos  de Weber.

El nanofascismo se caracteriza por una institucionalidad     micropolíticamente autoritaria y macropolíticamente democrática, de tal manera que  supone una reducción de la esfera de decisión política  pública democrática hasta convertirla en irrelevante. A cambio las tomas decisiones   se desplazan hacia hacia espacios no públicos y autoritarios: los mercados financieros, los bancos centrales, la militarización de la seguridad interna y de las relaciones internacionales, los acuerdos comerciales  entre Estados, las políticas migratorias. Nanofascismo  es el muro de Trump y el Brexit, las políticas contra los refugiados  y las legislaciones excepcionales contra el terrorismo,  la implosión del proyecto político europeo y  el golpe de Estado en Brasil , el austericidio  y la invasión de Grecia por la Troika.

El nanofascismo  es perfectamente compatible con la  macro institucionalidad democrática formal convencional ( constitución, elecciones, parlamento, multipartidismos etc)  por que ha reducido  estas instituciones hasta la insignificancia. El poder político esta ya en otro lado, siempre lo estuvo, pero ahora en la era de la globalización financiera y los algoritmos inteligentes, mas que nunca. El nanofascismo ya no necesita un partido por que está en todos; no necesita de un  Estado totalitario por que ha conseguido una sociedad totalitaria. Este  nuevo fascismo  precisamente por su dimensión nanométrica  circula a una velocidad y con una capacidad de penetración mucho mayor que las formas traiciónales de totalitarismo del siglo XX. El nanofacismo esta  en el PS francés y en Le Pen, en  la civilizadas  conservadores holandeses y en el PP español, en los tory ingleses y la Liga Norte , en Ciudadanos y en el populismo conservador  de Susana Díaz  , en le BCE y en la comisión europea.

Contra el nanofascismo no vale el antifascismo  de democrático  del siglo pasado; la contradicción principal ya no es entre  instituciones fascistas e instituciones democráticas sino entre sociedad fascista y sociedad democrática. Esto supone tener que colocar en primer plano  “la cosa” de las relacione sociales, es decir;  “la cosa” de la desigualdad. El antifascismo contemporáneo ya no puede aplazar al anticapitalismo pues  la crisis metabólica ecológica   obliga al capital a   normalizar , bajo esta escala nano, el  “estado de excepción”  fascistas no como “Estado”  (institución pública) sino como “estado” (momento social) que aspira a perpetuarse. No esperen  una nueva marcha sobre Roma o un nuevo incendio del Reichstad; el nanofassimo  ya está aquí, en la vieja y civilizada Europa,   aunque nuestros viejos y groseros  sistemas de alarma  no lo detecte.

 

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