Mario Ortega | Tras la reciente Conferencia Política del PSOE y tras su “extraordinario” Congreso Andaluz (pondré el emoticón del guiño ;) para que nadie se confunda,) es evidente que la expresión el “Psoe ha vuelto” arengada por Rubalcaba es absolutamente verdad. Verdad de la “güena”. El documento político de la Conferencia celebrada en Madrid lo deja ver a las claras.
Y, cómo no, ha vuelto el PSOE con guiños ecologistas y verdes, negro sobre blanco, de antes de la debacle a manos de la Troika, Merkel y Zapatero. Aunque aquí, en la Andalucía que gobierna, pretenda abrir Aznalcóllar, se oponga al impuesto a las grandes superficies comerciales y obstaculice la prohibición del fracking.
Se lee en el documento de su Conferencia madrileña:«A su vez, el socialismo debe actualizar los parámetros de su acción política situando en el centro de su ideario el ecologismo. Esto supone cambiar la tradicional visión de la normativa ecológica hacia una ecología normativa, esto es, incorporar la sostenibilidad como principio vector al conjunto de políticas públicas, trascendiendo con ello la insuficiente concepción del medioambiente como política sectorial.»
También ha vuelto de la mano de Susana Díaz, de momento, y no sabemos por cuanto tiempo, el PSOE del marketing, de los grandes mensajes para la gran mayoría que vive en la añoranza de los tiempos pasados. Sí, también ha vuelto el PSOE mediático. Para ello, necesitaba poder refrescar el discurso, volver, no a sus orígenes, si no a ese PSOE de la tortilla sevillana que tanto ilusionó.
El PSOE ha vuelto para marcar claras diferencias con el neoliberalismo antiderechos y ninguna diferencia con el liberalismo y su economía extractiva, del consumo y del bienestar crediticio. Por más que en los párrafos introductorios del documento congresual se encarguen de hacer una crítica socialdemócrata, la lectura del documento nos muestra la pretensión de depositar la mejora de las condiciones sociales sobre la base del “crecimiento”, esto es, de esperar que la recesión amaine y se recuperen tasas de crecimiento del PIB superiores al 2-3%. Es la misma estrategia que llevó a Hollande al Eliseo, y que abandonó nada más formar gobierno al chocar con la raíz del modelo de la actual Unión Europea y su capitalismo financiero con marca alemana. Esto, siendo bien pensado, porque también puede ser que la socialdemocracia esté definitivamente del lado del capital y no tenga entre sus prioridades la construcción de una nueva Europa que elimine el control de la política por parte de las finanzas.
Y es que, por decirlo simplemente, al igual que la dependencia del crédito privado elimina la libertad y capacidad de aventura de una persona, una familia o una empresa, la espiral de financiación a alto interés de las políticas públicas por la vía de la banca privada, que a su vez se financia a bajo interés del BCE, limita la acción política de los Estados y los obliga a restringir derechos y políticas sociales. Son las armas de la Troika, y es la consecuencia del diseño institucional y reparto del poder económico en la Unión Europea.
No hay nada como un buen crédito y una buena hipoteca para que la clase trabajadora autolimite su derecho a huelga. No hay nada como una buena deuda pública sin capacidad política económica propia para destruir la democracia.
Sobre el papel ha vuelto el PSOE socialdemócrata, liberal. Sobre el papel ha vuelto la socialdemocracia ideológica keynesiana posterior a la segunda guerra mundial a la que fue bien, más o menos, mientras el capital y sus agentes tenían un cierto temor al conflicto con el otro lado telón de acero, mientras el cambio climático no manifestaba efectos devastadores y crisis alimentarias, mientras la evidencia de los límites de recursos planetarios no se certificaba, mientras el reparto de crecimiento, productividad y consumo no llegaba a Brasil, India y China, y mientras la huida hacia la economía financiera y la producción de dinero sin vínculo material fue ganando terreno.
La administración Nixon, ante la factura de la guerra de Vietnán, rompió el vínculo entre el dólar, la moneda mundial, y el patrón oro, para poner a toda máquina la impresión de moneda. Luego vinieron los petrodolares que siguieron financiando el déficit del estado policía mundial que es EE.UU, luego llegó, directamente, la economía virtual del crédito sobre la ilusión tecnológica, la burbuja del ladrillo, de las infraestructuras y de los eventos espectáculo, dadas las sucesivas crisis del petróleo y guerras con epicentro en países productores, alimentadas por el agotamiento de las reservas y sus burbujas financieras. Y luego llegó el capitalismo Chino-Confuciano del “enriquecerse es glorioso” de Deng Xiaoping, mientras no se ponga en cuestión la estructura de poder político ni la elite del PCCh que lo acapara. China acapara el más grande pellizco de deuda pública mundial, un arma de destrucción masiva cargada de futuro
Pero por mucho que la socialdemocracia y la izquierda europea se empeñasen, cosa que no se atisba en los partidos socialdemócratas, en recuperar el control del gran pilar del poder político que es la capacidad de fabricación de dinero, de incremento de masa monetaria, para financiar el crecimiento, como tienen EE.UU y Japón, por mucho que se empeñen en el crecimiento, tal y como está incardinado en el sistema capitalista, aunque sea otro crecimiento, incluso el de la sostenibilidad blanda, chocarán con la verdadera y principal moneda de cambio de la naturaleza y consiguientemente de la economía, chocarán con la energía, o mejor, con el actual modelo energético. La energía en circulación es la moneda de los ecosistemas y de los sistemas económicos, aunque estos últimos la ignoren y la conviertan en una mercancía más.
Durante millones de años, el lento crecimiento de biomasa orgánica natural, incluidos los stocks de combustibles fósiles, fue posible gracias a la conexión de los ecosistemas terrestres al sol. Pero aún así ésta es condición necesaria pero no suficiente, el mantenimiento de este modelo de productividad material natural, necesitaba algo más, necesita cerrar los ciclos biofísicos para evitar un colapso por intoxicación (residuos) y agotamiento de recursos materiales. Los pilares de la biopoyesis, de la autorreproducción de la vida, son la conexión al sol y el cierre de los ciclos. Y estos pilares deberán ser los mismos para el sistema económico humano si quiere sobre vivir y reproducirse.
Para sustentar una socialdemocracia con futuro, una izquierda con futuro, para sustentar la vieja socialdemocracia de la igualdad, de los derechos y del estado del bienestar, o la izquierda de la emancipación y de las libertades, es imprescindible comprender la necesidad de esas dos únicas condiciones. Y esas condiciones de posibilidad chocan directamente con la manera en la que se sustenta y autorreproduce el sistema capitalista, chocan con la mercantilización del futuro (de la economía crediticia), chocan contra los límites y la escasez de materias primas y chocan contra la alteración de las condiciones de posibilidad de la vida sobre la tierra a causa del cambio climático, de la degradación natural y de los espacios productivos agrarios.
Ha vuelto, quiere volver, la socialdemocracia de la economía del crédito, poniendo su énfasis en la salida tecnológica para lograr un crecimiento sostenido que permita la financiación del estado del bienestar. Esta socialdemocracia que vuelve no ha interiorizado lo que la palabra crédito lleva en su interior, en su campo semántico, credibilidad, creencia, confianza en que el futuro pagará el presente. Esta socialdemocracia pretende seguir devorando futuro para aliviar el presente.
Volviendo a la naturaleza, esto es imposible. La naturaleza no sustenta su “crecimiento” a futuro, sólo produce lo que puede, no lo que quiere. “El gen egoísta” no tiene un banco al que acudir para que le den crédito, el gen egoísta no tuvo más remedio que entablar relaciones cooperativas alimentadas con energía transportada por ondas electromagnética de procedencia espacial (solar), y organizarse en ecosistemas superpuestos y concéntricos. El gen egoísta supo de la organización territorial del poder, millones de años antes de que la humanidad pronunciase la palabra ciudad o la palabra política.
Y mientras, en España y en Andalucía, la socialdemocracia vuelve, ya hemos comprobado los efectos de su vuelta en Italia o Francia, unos efectos que nos llevan y llevarán otra vez a la desesperanza. Bersani desapareció, Letta y Hollande están bloqueados esperando tiempos mejores.
Y mientras la socialdemocracia vuelve, comprobamos que tenemos un referente de izquierda estatal, acaparado por IU, que ni va ni viene, una izquierda ideológicamente alicorta que, ya abraza el populismo demagógico, ya abraza el anticapitalismo productivista comunista, ya abraza el euroescepticismo, o ya abraza las rápidas consignas de la nacionalización de la banca o de la extensión de la caridad estatalizada, como centros de su discurso. Una izquierda que no actualiza su ¿por qué? porque es incapaz de abandonar su catecismo de malos y buenos, de fe y de cielo en esta tierra. Una izquierda altamente sectárea incapaz de emprender procesos de renovación ideológica que conduzcan a procesos radicalmente democráticos para la definición de nuevos liderazgos políticos que conecten con la gente. Una izquierda centrífuga y no centrípeta que expulsa de su seno por agotamiento cualquier movimiento de transformación. Una izquierda donde no hay lugar para la expresión de la diferencia. Una izquierda que no quiere hablar con la gramática de la política hacia afuera y está demasiado ocupada en cuitas internas. Una izquierda sin ambición. Y mientras esto ocurra, no habrá alegría de izquierdas posible, ni “poderío”, ni esperanza.
De momento tenemos una izquierda que recuerda el chiste de aquel que le preguntaron «¿hacia donde va esta calle?,» y respondió «esta calle ni va ni viene.» Ahí es donde la socialdemocracia le gana el terreno, al menos se mueve. Espero que la cosa no siga así.
@marioortega