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El ‘verde’ nos pone verdes

Juantxo

 

Isabel Urrutia.Ideal.

Siempre ha sido más de orujo que de cubata. Le gusta más la torta de chicharrones que los pasteles de Mallorca. No lo puede evitar. Juan López de Uralde es un donostiarra, cosecha del 63, que se mantiene fiel a sus esencias. Ya de niño, cuando correteaba por los pinares sorianos de Vinuesa, era muy fácil verle venir. De frente, sin disimulo ni medias verdades.

Por eso al pequeño Juantxo le gustaba tanto la táctica del tábano, que cuando pica se expone a la muerte. Un palmetazo en el momento justo y, zas, adiós. Así de fácil. Y aun así, el bichito no cambia de actitud. Imposible. Lo lleva grabado en el DNA. A López de Uralde, ex director ejecutivo de Greenpeace España, le ocurre algo parecido. Quiere cambiar el mundo y no le importa arriesgar al máximo. Dejó el cargo el pasado mes de agosto, después de nueve años, «porque las cosas hay que dejarlas cuando van bien» y, ni corto ni perezoso, se puso manos a la obra para complicarse la existencia.

Lo hizo por partida doble: empezó a escribir ‘El planeta de los estúpidos’ (ed. Temas de Hoy) -«para darle un ‘repaso’ al ciudadano medio y animarle a actuar»- y se colocó al frente de una fundación, llamada ‘Equo’, que reivindica la ecología política y la equidad social en nuestro país. Pretende aglutinar toda la energía verde que bulle en nuestro entorno, para conseguir el 10% de los votos en las elecciones generales de 2012; ya anda en conversaciones con los Verdes europeos para sumarse al ‘Green Deal’, una propuesta genérica que no se limita a defender el medio ambiente: «La justicia social también es una de nuestras prioridades; entre otras cosas, por ejemplo, hay que consolidar los derechos laborales y la protección del trabajador». El cambio de sistema productivo es su objetivo, una vuelta de tuerca a una dinámica obcecada «en el producto interior bruto (PIB) y que pasa por alto la felicidad interior bruta (FIB)». Garantizado un digno bienestar, insiste el ex director de Greenpeace España, no hay necesidad de seguir galopando con la lengua afuera para mantener «el ritmo desbocado» del capitalismo actual.

Escéptico hasta la médula

No disimula su profundo desencanto ante la política medioambiental del PSOE -«la sensibilidad de Felipe González no iba más allá de los bonsáis»-, pero rescata con todos los honores la labor de la socialista Cristina Narbona, «la mejor ministra que hemos tenido en el sector». Sea como fuere, en su actitud siempre pesa la desconfianza. Lo mismo da que el Gobierno sea de izquierda, derecha o centro.

Los 23 años de militancia en Greenpeace han dejado un poso de independencia y escepticismo que le ha calado hasta el tuétano. Igual que los chapuzones en agua helada que se dio, más de una vez, en su lucha como ecologista apasionado; como cuando salió a bordo del ‘Moby Dick’ para frenar una incineración de residuos tóxicos en el Mar del Norte. Corría el año 1987 y la tripulación del buque ‘Vulcanus’ le recibió con una patada en el cabeza. Esas anécdotas dejan huella.

A estas alturas, no le cabe duda de que las grandes multinacionales mueven los hilos en el escenario internacional; los gobiernos siguen el compás que les viene dado, como marionetas de quita y pon. De ahí que, para curarse en salud, la fundación ‘Equo’ sólo perciba fondos de particulares, asociaciones y todo tipo de entidades afines. «Nada de empresas» que luego pasan una factura muy difícil de pagar. Se empeña en nadar contracorriente, a sabiendas de que cada año hay más razones para pensar que la especie humana no cambiará de actitud hasta que la Tierra se haya convertido en un infierno humeante. O sea, demasiado tarde.

«Cierto, cierto. Pero, ante el pesimismo del pensamiento, hay que interponer el optimismo de la acción ¡Aún estamos a tiempo!». Tiene dos hijos, de 12 y 14 años, y se niega a dejarles un mundo herido de muerte. Reventado. «Si todo el mundo consumiera igual que el español medio, necesitaríamos tres Tierras…». Conclusión: de no ser porque hay 1.000 millones de personas que padecen hambre (el 20% de la población mundial acapara el 80% de los recursos), hace tiempo que deberíamos habernos agenciado un planeta B.

¿A dónde iremos a parar? Según Einstein, apenas nos quedarán cuatro años de vida cuando desaparezcan las abejas. El ‘padre’ de la teoría de la relatividad no llegó a ser miembro de ‘Greenpeace’ -una asociación que cumplirá 40 años en 2011- pero tampoco se andaba por las ramas. No le faltaba perspicacia: «El 80% de las plantas con flores dependen de su polinización, así que su extinción sería gravísima», confirma López de Uralde. Ojo al dato, en Francia, Alemania, EE UU y algunas zonas de España ya están desapareciendo ‘misteriosamente’. ¿Por culpa de los pesticidas? ¿De las antenas de los móviles? Quién sabe.

López de Uralde sólo quiere detener la cuenta atrás «y ofrecer más calidad de vida». Los 21 días que pasó, durante las últimas navidades, en una cárcel danesa-«una especie de ‘Guantánamo del Clima’»- no han conseguido domesticarle. Todo lo contrario. Ni se arrugó después del toque de atención que dejó pasmado a medio mundo: nada menos que seis años de privación de libertad pudieron caerle por desplegar en el palacio de Christianborg una pancarta que rezaba ‘Los políticos hablan, los líderes actúan’.

Se celebraba la 15ª Cumbre del Clima y el ex director de Greenpeace España quería hacerse eco de «un clamor popular». Ahora ya no hay quien le calle. Al menos, en España

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