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«Estar descontento con este mundo es no haber entendido nada»

Francisco Garrido. La frase es de Silvio, el rockero sevillano que sabia que se tenía que morir; pero reúne , como los chistes o las metáforas poéticas, una deslumbrante economía de significados tan admirable que uno no puede leerla sin sentir que algo importante me acaban de decir. El mundo, la realidad es aquello que no puede ser de otra manera porque ese “ser de otra manera”   (el cambio) es una propiedad interna del mundo. Solo dentro del mundo es posible cambiar, no el mundo, sino algunas cosas que acaecen dentro del mundo. La peste metafísica de las religiones de la ley, nos han convencido  de que “otro mundo es posible” (el paraíso, el cielo o la utopía, trasunto laico de aquellos) cuando lo cierto es que “hay muchas posibilidades en el mundo”.

Sin este baño de realismo y de naturalismo la actitud rebelde deviene en melancolía o en acritud con la vida y finalmente en las posiciones más reaccionarias. Solo aquel que no está descontento con el mundo puede hacer cambios en este y mejorarlo. El descontento radical con la realidad solo es pensable desde el presupuesto idealista de otra realidad alternativa, eso no existe , ni es posible; luego conduce obligadamente a la frustración, a la autodestrucción, o a la adaptación cínica a las peores  de las realidades.

Por eso “esa otra realidad radicalmente irreal” se sitúa siempre en el futuro, utopía lo llaman, mal asunto eso de «ser” siendo lo que todavía, y nunca, no se es. Es la esencia nihilista de nuestra teología occidental: la realidad es lo que no se ve , ni se toca, ni se huele , ni se vive. Estamos hablando de palabras como «espíritu»,  «cielo», «infierno»,»utopía». Lo que el utopismo de izquierda no sabe es que hay un hilo negro conductor que une a Dios, el capital y y con la utopía supuestamente revolucionaria; es hilo es del descontento radical con la vida. Ese “desencantamiento del mudo” que a juico de Max Web er era una de la notas características de la modernidad, no es nada nuevo, esta en el seno de nuestra comprensión del mundo . El “mundo” ha estado siempre desencantado para los que consideraban que “no eran de este mundo”, desde Platón a Pablo de Tarso; e incluyeron en su catalogo fundamental de “enemigos del alma” al “mundo” y a la “carne”.

Esta esencia nihilista común   es una forma oscura y siniestra de ver lo real  genuinamente patriarcal.  Este es el motivo de que las mujeres hayan sido cosificadas, tomadas por locas, irracionales o inconscientes; pura sensibilidad, cuasi animales dijo Hegel; por ello el patriarcado ha construido un imaginario idealizado de la feminidad abnegada que no es sino un antídoto contra lo que la mujer, como peligro, es. Decía Aragon que el “futuro del hombre es la mujer” pero esto es así porque en realidad es también su “origen”; la naturaleza encantada de la vida social. ¿Qué es el encanto? Estar dentro del mundo como una gota de agua en el agua , sin distancia abismales , ni idealización abstracta, como viven el resto de los animales a los que dejamos vivir o los niños y niñas antes de que sean expulsados de la patria de la infancia.

El divorcio con la vida, la realidad o el mundo son la pre señal de que un proyecto, individual o colectivo; ha fracasado ya . Una izquierda quejosa, pesimista, triste; un izquierda de “amargados de la vida” nos persigue, una izquierda que es demasiado derecha. Por contra sólo una izquierda de este mundo será posible sin ser por ello demasiado derecha; una izquierda darwinista, naturalista sin utopías, moralina, ni ideales. En estos momento en el que el proyecto funerario del nihilismo occidental esta a punto de cumplir efectivamente su programa de muerte por medio de la crisis ecológica, nada debe haber mas realista y alegre que los que desde la izquierda no oponemos a la nada a favor de la vida. Silvio, tenia razón; los tristes y amargados “no se habían enterado de nada”.

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