Habla mudito, habla…

 

Un registrador  de la propiedad, gallego y de provincias (así gustan de decir en Madrid), acabada de ser investido presidente del gobierno del Reino de España. Y lo ha conseguido practicando esa ilustre filosofía política hispánica que es el  “dontranquedismo”. Mariano Rajoy  ha llegado, asombrosament,e  a la Moncloa  siguiendo el viejo consejo franquista de “no meterse en política” .

En su discurso de investidura tampoco ha dicho mucho, quizás  espere agazapado la reconquista  de Al-Andaluz para hablar .El tono ridículamente épico de su intervención  (parecía un “Churchill de zarzuela”)  ha pretendió ocultar la inanidad sospechosa de sus propuestas. Rajoy da la sensación  que  pretende  que el programa oculto sea, ahora  que gobierna, aun mas oculto.

A la derecha española no nunca le  gustaron mucho ni los debates, ni la política. Han tenido tan pocos éxitos electorales  que durante muchos años  no ha permitido,  manu militari,  que hubiera elecciones.  El ruido metálico de los “cuartos de bandera” y el espeso murmullo de las sacristías, han sido  sus  sonidos “políticamente correctos”. Ese gran reaccionario que fue Donoso Cortés califico a la “burguesía liberal” como “una  clase discutidora.

Rajoy no es Aznar (algo bueno tenía que tener) y no ira de frente  y a por todas. El perfil es más  de lo que en España se entiende por tecnócrata, que no es un ingeniero  de vanguardia , ni un economista  rompedor,  sino un registrador de la propiedad, feo , católico  y suponemos que sentimental. Que nadie espere grandes discursos ideológicos del registrador. En esta fase  de la crisis la involución conservadora será realizada en el nombre de la eficacia económica y con el  espejismo de salidas austeras a  la crisis.

Pero que  el programa oculto no se explicite no significa que no exista. Existe y se irá poniendo en práctica. El objetivo inmediato de  Rajoy  es  desplazar las preferencias políticas de las clases medias del ámbito de los servicios  públicos (sanidad y educación) hacia el ámbito privado  de gestión de esos servicios (seguros, educación confesional). Si tal desplazamiento ocurre  el centro político habría girado de la mejora  del Estado  de Bienestar a  la reducción de la fiscalidad directa para invertir en lo servicios  privatizados. Ese giro  supondría también una mutación electoral profundamente conservadora.

El desmontaje del Estado del Bienestar y la hegemonía  cultura de los valores conservadores será realizado todavía sobre el señuelo de la recuperación del consumo y el crecimiento. La cara de la derecha no será terrible, ni ideológica fuerte sino pragmática y tecnocrática. Luego, cuando todo sueño de recuperación del crecimiento se haya desvanecido entonces será la hora para otro tipo de liderazgo conservador,  que no podemos anticipar, pero  que a buen seguro no será amable. Ojala los idus de marzo no le sean propicios  también.