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Krugman, el fin del crecimiento y la socialdemocracia

no tengo fuerzasKrugman, acaba de publicar, como el que no quiere la cosa, un artículo en el que cuestiona la piedra angular de toda la construcción de la teoría económica (incluida la suya). http://economia.elpais.com/economia/2013/11/22/actualidad/1385142585_896442.html)

El premio Nóbel más conocido el mundo se pregunta “¿y si el mundo en el que vivimos desde hace cinco años fuese la nueva normalidad?” y añade “se podría pensar que esta clase de especulaciones son propias de un grupo marginal de radicales. Radicales, no hay duda; pero que son un grupo marginal, no tanto” y cita como ejemplo a Larry Summers (Economista Jefe del Banco Mundial desde 1991 a 1993) que ha afirmado que “tenemos una economía cuyo estado normal es una demanda inadecuada”.

Paralelo 36 desde su fundación viene afirmando que no es una crisis cíclica más sino que esta crisis es estructural y material, resultado de la estrategia que adoptó el capitalismo desde principios de los años setenta basada en la sinergia entre globalización y aumento de la demanda agregada gracias al crédito (que traducía la producción futura en consumo presente). El impulso de esta demanda ficticia ha empujado aún más la globalización por el triunfo político del capitalismo (logró que prácticamente nadie lo cuestionara) sobre todo desde los últimos veinticinco años, y por la revolución tecnológica digital que a su vez que han acelerado la globalización a un ritmo vertiginoso.

La otra vertiente ha sido el aumento de la desigualdad no solo económica sino sobre todo en las posiciones de poder, aunque estaba amortiguada por el crecimiento del consumo y por la “paz” política. La socialdemocracia se adaptó al cambio pasando de ser el eje sobre el que se construyó el estado del bienestar de la postguerra a ser “la tercera vía” iniciada por Felipe González y formalizada por Tony Bleir, es decir el acoplamiento de su funcionalidad como redistribuidor de la renta a la hegemonía global capital financiero. Hasta el estallido de la crisis, porque el sistema globalización – crédito no solo ha producido constantes burbujas sino que ha convertido al propio sistema en una inmensa burbuja que ya es imposible de reproducir como tal.

Krugman se interroga también por las causas de esta posible situación de “estado duradero en el que la depresión económica sería lo normal” y avanza que la causa podría ser “la relentización del crecimiento demográfico”, explicación a todas luces insuficiente. Desde P36 hemos defendido que la causa de que haya entrado en crisis este fraude a lo Ponzi o estafa piramidal que ha sido el sistema globalización – crédito, es la evidencia de la crisis metabólica ambiental, lo que hemos denominado el “factor X de la crisis”, de tal forma que “a más evidencia del agravamiento de la crisis climática y de la imposibilidad de la explotación económica ilimitada de los recursos no renovables, menos posibilidad de incrementar la demanda en base a las expectativas de crecimiento futuro” y, por lo tanto, mayor probabilidad de depresión económica permanente.

Las consecuencias del fin del sistema globalización – crédito son el aumento del conflicto social, ya que el capitalismo financiero no parece estar dispuesto a reformarse porque quiere mantener “sus derechos adquiridos” (como el gran acreedor que es de los títulos de deuda emitidos sin relación alguna con la realidad productiva) gracias al status de poder efectivo que ejerce sobre el poder político, aún a costa del empobrecimiento masivo de Estados, empresas y ciudadanía en situación de endeudamiento crónico.

Ni el pacto social ni siquiera la actual forma de democracia (que es el resultado de una determinada correlación social de fuerzas) podrán mantenerse en este escenario porque el capitalismo es incapaz de dar respuestas a las necesidades básicas de la humanidad. O la democracia avanza o la democracia pierde; o una nueva izquierda accede al poder público o los derechos sociales serán un recuerdo subversivo.

Por eso la socialdemocracia ha dejado de tener cualquier funcionalidad social aunque continúe siendo una potente maquinaria electoral. En España y especialmente en Andalucía ha gestionado el reparto social del desarrollismo a cambio de la desmovilización y la desorganización de la ciudadanía, en especial de las clases trabajadoras. Cada vez le va a ser mas difícil combinar un electorado de izquierda con el pacto con las élites económicas por mucho marketing que emplee. Es más, cada vez se hace más patente que sus adhesiones están motivadas por puros intereses personales sin conexión alguna con cualquier proyecto político. Por eso, en esta pretendida “vuelta del PSOE” no se ha mencionado ni el rechazo a la reforma del artículo 135 de la Constitución ni siquiera el compromiso de derogar la reforma laboral.

La izquierda renovadora no puede compartir proyecto político con la socialdemocracia porque sus fundamentos y perspectivas son completamente distintas aunque mutuamente se necesiten para gobernar. La izquierda renovadora necesita acceder al poder público para transformar la realidad y la socialdemocracia necesita mantenerse en el poder público para satisfacer las carreras profesionales de su clientela. La socialdemocracia sabe que si pacta con la derecha para gobernar adelantará su decadencia porque hará patente su ósmosis con el poder económico y dejaría todo el espacio de oposición a la nueva izquierda que se va a ir configurando como respuesta a la nueva época.

En Andalucía es especialmente importante esta consideración porque si algún territorio ha sido víctima de la socialdemocracia germinal de la tercera vía ha sido precisamente nuestra tierra, además desde el momento álgido de la conquista popular de la Autonomía, nuestro gran proyecto político construido barrio a barrio, pueblo a pueblo. El PSOE fue el encargado de quebrar la movilización y aguar la Autonomía y su soporte político y emocional: nuestra identidad como pueblo. Fue el PSOEA quién implantó un modelo desarrollista y consumista a la medida del bipartidismo que se turnaba en el gobierno del Estado, hasta que la crisis convirtió ese sueño inducido en pesadilla, la Andalucía imparable se desveló como la Andalucía del paro por encima del 35%.

La confrontación con la derecha obliga a la formación de gobiernos de coalición con la socialdemocracia pero es importante saber que cualquier pacto de gobierno entre la izquierda transformadora y la socialdemocracia solo puede estar basado en un contrato político entre ambas, es decir en un programa de gobierno que como tal contrato tiene que ser cumplido rigurosamente y que en caso de incumplimiento debe dar lugar a la ruptura del pacto de gobierno por lo que lo hay que estar preparado y alerta para afrontar una nueva convocatoria electoral, sobre todo cuando el “nuevo” PSOE andaluz utiliza como argamasa para cohesionar sus filas que pronto volverá a la mayoría absoluta.

 

 

 

Un comentario

  1. Sin embargo, aún cuando la globalización parecía haber solucionado la crisis de la acumulación capitalista, el grado preciso de «represión social» hasta ahora no se ha decidido. Esta es la base de la propuesta de Hirsch en el sentido de que la izquierda debería adoptar la estrategia del «reformismo radical». Esta estrategia se dirige en contra del proyecto de globalización del neoliberalismo que pronosticaba un proceso de des-democratización (p.170). La globalización del capital y «la guerra económica» consecuente entre los estados para atraer y mantener la producción dentro de sus territorios, entraña la creación de una democracia encorvada, o de una democracia de baja intensidad (p.169). La «constitución democrática» del Fordismo se presume contra toda evidencia provista por aquéllos que la democracia en los hechos se ha desgastado después del período de post-guerra, incluída la edad de oro del Fordismo (Agnoli 1967/1990). El argumento de Hirsch es inconsistente: en su escrito sobre el Fordismo él apoya la propuesta de Agnoli y así arguye que su carácter «democrático» es algo «limitado». Sin embargo, cuando trata de pintar los efectos sobre la democracia de la globalización Post Fordista, alega que el Fordismo fue un período en donde el capitalismo se permitió desarrollarse democráticamente (pp.94-95). No pareciera haber caminos de salida para los misterios del Fordismo.

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