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Las amenazas de naturaleza económica (La democracia como alternativa a la incertidumbre. Primera parte)

Rafa Rodríguez

A)   El contexto: la sociedad capitalista, la globalización y la crisis de la globalización

A los tres grandes factores que definen estructuralmente la sociedad capitalista: desigualdad, crisis ecológica y relaciones asimétricas de poder, se suman los de la época que hemos vivido durante la globalización, que comenzó a principio de los años setenta del pasado siglo, de la que destacamos cinco características:

  1. una nueva división internacional del trabajo sustentada por la innovación tecnológica, monopolios y oligopolios transnacionales y la articulación de las cadenas globales de producción con el uso masivo de fuerza de trabajo barata,
  2. la privatización de los recursos naturales de la litosfera con graves consecuencias ecológicas y en espacial sobre el cambio climático,
  3. la desestructuración de las relaciones laborales y la precarización del trabajo,
  4. y el endeudamiento masivo de familias, empresas no financieras y Estados,
  5. todo ello bajo el paraguas ideológico del neoliberalismo que, a pesar de lo que predica, en la práctica no ha hecho menos Estado, sino que ha intentado reconfigurarlos para ponerlos al servicio de los poderosos.

La generación de estructuras económicas y financieras globales permitió a las economías desarrolladas aprovechar los bajos costes laborales de los países emergentes, y sus legislaciones laxas en protección medioambiental y social, para producir, de forma masiva, bienes de consumo mucho más baratos, consiguiendo enormes ganancias para las élites económicas por la transferencia de recursos y servicios desde la naturaleza y los países más pobres al “primer mundo”, a costa de más desigualdad, alteración de los grandes ecosistemas globales y más concentración del poder y la riqueza.

Durante los últimos quince años de este siglo XXI estamos asistiendo a la crisis de la globalización, por los desastres financieros del 2008, que tuvo un periodo de recuperación entre 2013 y 2020, pero que ha continuado con la pandemia y la invasión de Ucrania, dejando al descubierto la fragilidad del mundo heredado de la globalización.

Ese es, pues, nuestro contexto actual: una desglobalización que está teniendo lugar a fuerza de crisis financieras, ecológicas, políticas, sanitarias y ahora también militares de consecuencias mundiales (desglobalización traumática).

Así, hoy nos encontramos ante un escenario económico y político muy complicado con múltiples amenazas económicas, ecológicas, políticas e incluso con la amenaza de una guerra nuclear, todas ellas interconectadas.

En este primer artículo vamos a repasar sintéticamente las seis principales amenazas de naturaleza económica y ecológica que pueden condicionar la situación social y política de nuestro entorno.

 

B)   Principales amenazas de naturaleza económica

1.    Se agudiza la crisis ecológica y el cambio climático

Los dos últimos grandes informes sobre la evolución del cambio climático, el 6º informe del IPCC y el del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, confirman un agravamiento sin precedentes del calentamiento global, a pesar de la pandemia. En el conjunto del planeta, la temperatura de la superficie (incluyendo las áreas terrestres y marinas) estuvo el pasado año entre los 1,1 y los 1,2 grados por encima de los niveles preindustriales (se toma como referencia la media del periodo comprendido entre 1850 y 1900), cerca ya del primer nivel de seguridad que fija el Acuerdo de París: los 1,5 grados.

En Europa las temperaturas medias están ya 2 grados por encima de los niveles preindustriales. El pasado verano fue el más cálido registrado hasta ahora y el año 2021 ha dejado un trágico rastro en forma de inundaciones, sequías e incendios.

2. La desestructuración de las cadenas de producción y suministro a escala global, con una ralentización del comercio internacional

A los enormes impactos medioambientales que estas estructuras provocan hay que añadir la fragilidad que las caracteriza y que ha destapado la pandemia. La invasión de Ucrania ha sumado otra nueva perspectiva: la necesidad que los suministros estratégicos procedan de países fiables, con los que se compartan valores básicos en el respeto a los derechos humanos y ecológicos.

En todo caso parece probable que la consecuencia inmediata sea una reestructuración de las cadenas globales de producción hacia una mayor autonomía estratégica a escala continental, intensificando la dinámica que se inició frente a la pandemia, con una ralentización del comercio mundial.

3.    Desaceleración del crecimiento

Todos los organismos internacionales están revisando a la baja sus previsiones de crecimiento por la dureza de la invasión de Ucrania, las sanciones a Rusia o la desestructuración de las cadenas de producción globales, cuando aún no ha finalizado la recuperación de la crisis sanitaria, que continúa con episodios como el resurgimiento de la pandemia en China y el confinamiento radical de ciudades tan importantes como Shanghái.

4.    Altísimos niveles de endeudamientos

Los 74 países con los ingresos más bajos del mundo deben devolver este año en préstamos unos 35.000 m. de dólares según datos del BM. Un 45% más que en 2020. Mucha de esta deuda es con el sector privado (40%) y con China (37%) que puede quedarse con minas e infraestructuras por los impagos. Países como Sri Lanka, Túnez, Bielorrusia, Jordania, Turquía, El Salvador, Malasia podrían ser incapaces de pagar la deuda.

La deuda de la zona euro ha bajado al 95,6% del PIB, aunque este escenario puede cambiar si continúa la guerra y se tienen que incrementar las sanciones con vetos al petróleo o el gas ruso.

España con un déficit del 6,9% y una deuda pública del 120 % del PIB es, junto con Grecia (7,3%), Letonia (7,3%) e Italia (7,2%), uno de los países más endeudados, aunque tiene la ventaja de que la mayoría de sus pasivos están en poder del Eurosistema (Banco de España), aunque también son muy significativos los que están en poder del sistema bancario interno.

5.    La vertiginosa subida de la inflación

Según la FAO (la organización de NNUU para la alimentación y la agricultura) los precios globales han aumentado un 75% desde mediados de 2020. En nuestro análisis, la inflación ha llegado para quedarse. Tendrá altibajos, pero hay una tendencia inflacionista estructural. En septiembre del pasado año publicamos un artículo titulado “la crisis ecológica se manifiesta ya en forma de inflación” (https://www.paralelo36andalucia.com/la-crisis-ecologica-se-manifiesta-ya-en-forma-de-inflacion/), a lo que hay que sumar las consecuencias sobre los precios de la desestructuración de las cadenas de producción y suministro a escala global, el aumento del consumo por el ahorro embalsado durante la pandemia y la liquidez que han tenido que proporcionar los bancos centrales para paliar los efectos de la COVID – 19.

La gran dependencia de la Unión Europea del gas ruso está haciendo mucho daño sobre todo porque el sistema eléctrico europeo determina el precio de toda la electricidad en base al precio del gas. Por eso es tan importante el acuerdo que España y Portugal han logrado con la Comisión Europea para desligar el precio del gas de la factura de la electricidad. A pesar de ello, el Banco de España prevé un aumento de la inflación media del 7,5% para este año.

6.    Subida de tipos y paralización de la compra de deuda por el BCE

La vertiginosa subida de la inflación está provocando que los bancos centrales tiendan a subir los tipos de interés y a desacelerar la compra de deuda. La Fed (el banco central de EE.UU.) ya ha subido los tipos de interés y tiene prevista otras subidas en este año. El banco central europeo (BCE) mantiene por ahora el tipo de interés de las subastas semanales a 0% aunque ha anunciado que prevé finalizar la compra de deuda a finales del tercer trimestre.

La subida de los tipos va a provocar el encarecimiento de los costes de la deuda y puede suponer costes inasumibles para muchas empresas y familias, así como dificultades para que los Estados puedan hacer frente a los gastos de todo tipo, incluidos los sociales.

 

C. Conclusiones

La desglobalización traumática está implicando un encarecimiento de los productos y servicios y, por lo tanto, un empeoramiento de las condiciones de vida de la ciudadanía, sobre todo de los segmentos más vulnerables (mujeres, jóvenes, migrantes o parados de larga duración) y un incremento de la desigualdad por la desestructuración de las cadenas de producción que proveían de bienes de consumo más baratos, por la desaceleración del crecimiento, la inflación y el fin de las políticas monetarias  expansivas de los bancos centrales.

Al mismo tiempo, la crisis ecológica exige una urgente transformación de todo el sistema productivo y de las pautas de consumo, disminuyendo el consumo de energía y de materiales.

Todo ello exige un nuevo pacto social que debe ser impulsado por los poderes públicos en un contexto de debilidad tanto por su situación fiscal (endeudamiento y dificultades para evitar el fraude y la elusión fiscal de las grandes empresas) como por su encapsulamiento territorial en ámbitos reducidos que impiden una respuesta efectiva a los retos globales.

La pérdida del poder adquisitivo, el aumento de la desigualdad, la necesidad de disminuir el consumo y la fragilidad de los Estados, está generando un estado de incertidumbre en la opinión pública que está aprovechando la extrema derecha para debilitar la democracia, es decir, el poder de la mayoría, destruir los pactos sociales e imponer políticas que refuercen el poder de los privilegiados.

En este entorno actual de inseguridad e incertidumbre, la disputa es entre el pesimismo que deriva en un sálvese quien pueda o un horizonte de expectativas que ofrezca un camino claro y posible para avanzar en la solución de los problemas, a través de la política democrática, sabiendo que hay un duro conflicto para determinar qué sectores sociales van a dirigir, y hacia donde, la transición ecológica, económica y social de esta desglobalización traumática, quienes van a soportar sus costes y, por lo tanto, cuál va a ser la nueva correlación de poder.

 

(*) La imagen es una obra del pintor sevillano Manuel Salinas, uno de los grandes de la abstracción contemporánea, fallecido hace unos meses a causa de la COVID – 19.

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