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Las movilizaciones en el área mediterránea y la centralidad de la política democrática en esta nueva época.

MAGHREB

Cada vez se hace mas patente que lo que llamamos crisis es en realidad el inicio traumático de una nueva época, llana de incertidumbre y de riesgos, pero sin vuelta atrás y que, por lo tanto, no se trata estrictamente de una crisis si entendemos por tal un periodo excepcional dentro de la normalidad de funcionamiento del sistema. Incluso por el tiempo transcurrido desde su inicio es cada vez más ridículo considerarla como un lapso, aunque una de sus características mas intensa sea la de sus continuos cambios y mutaciones (aunque con tendencias muy definidas).

En estos momentos hay que destacar las movilizaciones que están surgiendo en el área mediterránea, un área que esta nueva época está empobreciendo y marginando por la construcción de nuevas centralidades en el poder mundial. Al margen de sus diferentes plasmaciones el pueblo en Túnez, Albania, Jordania, Argelia y Egipto, pero también en Grecia e Italia, se echa a la calle fundamentalmente en torno a dos ejes: contra el empobrecimiento (paro, carestía, desigualdad) y contra la corrupción (democracia y transparencia). Es posible incluso que esta contestación generalizada haya “persuadido” a “los mercados” para levantar el pie sobre la presión a la que estaban sometiendo a los Estados mediterráneos de la zona euro.

Las causas del empobrecimiento del área mediterránea responden a la interrelación de factores que han motivado este cambio de ciclo donde hemos pasado de un crecimiento liderado por la creación ficticia de demanda sustentada en la desregulación e internacionalización del sistema financiero y en el déficit de EE.UU. (solo posible gracias al carácter del dólar como moneda patrón universal), a una segunda etapa caracterizada por el afloramiento de las consecuencias de este modelo de desarrollo en un contexto de imposibilidad de nuevas expansiones del sistema (precisamente a esto hace referencia el concepto de globalización): por una parte hiperproducción y contracción del crédito y por otra escasez de materias primas y desastres ambientales, es decir, este sistema, que está basado en el crecimiento permanente y que tiene como motor la competitividad y la desigualdad, está chocando con sus propios límites internos y externos al haberse convertido en único y planetario.

Se trata de una época de transición caracterizada por la inestabilidad, el riesgo y la agudización de la competencia, que está provocando mutaciones importantes en el reparto del poder social y territorial. La clave por lo tanto consiste en quién tiene mas influencia para liderar la transición: la oligarquía financiera de los mercados o los poderes democráticos, ambos condicionados por las estructuras político estatales. En función de esta correlación de fuerzas, la transición tomará una dinámica más a favor de los grandes poderes económicos o a favor de la mayoría de la población. Así, la política democrática se constituye en el núcleo básico para el apoderamiento de la sociedad en estos momentos cruciales.

Las revueltas en el área mediterránea y en particular la revolución tunecina son precisamente una respuesta de la sociedad que reivindica la democracia en un contexto de carestía de los productos básicos, en especial el precio de los cereales y el petróleo,  motivada directamente tanto por la intervención conciente de los mercados como por las consecuencias ecológicas de la escasez de recursos naturales.

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