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Los rugidos, la realidad y el cambio

Rocío Cruz Gómez

Todavía las mujeres no sabemos los efectos de nuestros rugidos, esos que se oyen cuando sacamos a las leonas que llevamos dentro y las dejamos hablar por nosotras. Cuando no nos callamos ante nadie. Cuando mordemos con palabras los perjuicios de quienes se creen que,  por el hecho de ser mujeres, no somos capaces. Es instintivo y, todavía, las mujeres no sabemos los efectos de nuestros rugidos. Pero lo sabremos pronto. Muy pronto.

Esto me lleva a hacer mención, en el balance del día 15 de enero de 2019, de una frase de Michael Jordan que dice que “algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará y otras hacen que suceda”. A mucha gente nos gusta pensar que pertenecemos al tercer grupo.

Por eso el 15E salimos a la calle miles de personas: para hacer que las cosas sucedan, para dar voz a todas aquellas mujeres que ya no la tienen. Porque esa convocatoria no contradecía lo dicho en las urnas. De hecho, se ha apelado mucho a la decisión tomada el 2 de diciembre y a la supuesta falta de respeto, por parte de quienes nos concentrábamos frente al Parlamento, a la representación legítima procedente de las pasadas elecciones autonómicas. Nada más lejos de nuestra intención. En las urnas practicamos la democracia, sí. Y también lo hacemos manifestándonos, saliendo a la calle, como bien lo recoge nuestra a veces débil constitución en su artículo 21. Es muy fácil barrer siempre para la casa propia a la conveniencia de cómo sople el viento. Pero no,  señores y señoras: ni esto es una moda, ni somos kale borroka. La lucha feminista lleva, por lo menos, un par de siglos acompañándonos.

Y es que somos hordas, somos legiones, somos millones las mujeres y los hombres que queremos continuar con los pasos dados… Porque hay mucho aún por hacer. Tanto que hay quien piensa que hemos llegado al final del camino. Pero no aceptamos realidades inacabadas y mucho menos esa paradójica “igualdad a medias” que nos quieren vender. En esta vida no “nos reímos a medias”, como no se puede ser “casi amiga” o solo “querer un poquito”. Nos gusta reír intensamente, nos gusta la amistad plena y nos gusta el querer completo.

Por eso, si algo cambia para retroceder, si nos dejamos las ventanas abiertas… no podemos culpar al viento del desorden hecho. Pero, por eso también, todavía las mujeres no sabemos los efectos de nuestros rugidos. Pero lo sabremos pronto. Muy pronto. Y seguiremos rugiendo.

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