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MANIFIESTO POR UN PODER ANDALUZ EN LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA (*)

Carlos Arenas Posadas

1.- La Constitución de 1978, definió al español como el Estado de las autonomías en atención a las peculiaridades culturales de un país diverso, transfiriéndoles competencias plenas en aspectos sensibles del ordenamiento económico y social para que las distintas regiones aprovecharan sus ventajas comparativas dentro y fuera del mercado español. Se entendía que todas las comunidades alcanzarían con ellos similares niveles de desarrollo. No ha sido así; cuatro décadas después, una resultó finalmente vencedora: la comunidad de Madrid. La “marca España” que se vendía con el nuevo siglo era en realidad la “marca Madrid”; aprovechando la vecindad con el Estado Central, rivalizando con él, Madrid ha hecho, con descaro, lo que antes hacía el Estado: favorecer al capitalismo financiero y oligárquico desde siempre ubicado en la capital de España.

2.- En el marco de una crisis del capitalismo neo-liberal y de la globalización, de nuevas jerarquías en el orden mundial; las élites económicas periféricas españolas se incomodan ante el protagonismo extractivo de Madrid, y demandan al poder central una superación de la fórmula autonomista de 1978. Ha sido el lehendakari Íñigo Urkullu quien más claramente se ha expresado en ese sentido, proponiendo la convocatoria de una “convención constitucional” que reformule la organización territorial del país, con competencias y ventajas asimétricas para las tres “naciones históricas”, Galicia, Euskadi y Cataluña, incluyéndose entre aquellas las relaciones bilaterales con el Estado; es decir, acude en defensa del Estado acosado por el extractivismo madrileño, pasando factura por el favor político.

3.- En Andalucía, tanto los nacionalistas clásicos como la izquierda nacionalista han rechazado la propuesta del nacionalismo vasco con el argumento de que Andalucía no puede ser considerada de nuevo una comunidad de segunda, reivindicando la equiparación con las “naciones históricas” como ya hizo masivamente el pueblo andaluz el 4 de diciembre de 1977 y el 28 de febrero de 1980 hasta conseguir las competencias plenas recogidas en el Estatuto de 1981. Han pasado más de cuarenta años, y a pesar de que el atraso relativo andaluz es más que evidente, el derecho a ser tan “nación” como las demás sigue sustentado en la memoria de dos fechas y en argumentos de carácter idiosincrásico.

4.- Por su parte, la propuesta de SUMAR sobre el modelo territorial, define España como un “Estado plurinacional”. El criterio que se ha seguido a la hora de organizar el grupo parlamentario tras las elecciones celebradas el 23 de julio, deja entrever que los seis andaluces en el grupo no son considerados como “nacionales”, privándolos de una visualización como tales, diluyéndolos entre los del “resto de España”. La “plurinacionalidad” que atribuimos a Yolanda Díaz difiere poco de la que propone Podemos; para Ione Belarra, España debe convertirse en “una república plurinacional confederal”.

5.- El “raca-raca” nacionalista marca las prioridades mientras los andaluces pugnamos porque nos dejen participar en el banquete identitario con los mismos derechos que los “históricos”. Andalucía necesita salir del “mainstream” con un análisis que puede ser perturbador en esta coyuntura, pero que la redime del papel subordinado en el que la ha colocado el bucle nacionalista. En los próximos epígrafes se desarrollará esa tesis en base a tres ideas-fuerzas: uno; los “nacionalismos históricos” no son tan históricos. Las propuestas de un estado descentralizado federal son anteriores y Andalucía fue pionera y vanguardia de las mismas; dos, más que plurinacional, España es, desde hace siglos, un Estado pluricapitalista, de manera que para definir los “hechos diferenciales”, se debe partir de esa realidad incontrovertible. Tres; lo identitario en Andalucía hay que entenderlo como el posicionamiento colectivo frente al atraso y la desigualdad, que fue lo que realmente se reivindicaba en diciembre de 1977.

 

ARGUMENTOS HISTÓRICOS: ANDALUCÍA VANGUARDIA DEL FEDERALISMO ESPAÑOL

 

6.- La “nación” nace en el siglo XIX para definir un sujeto político colectivo enfrentado al poder absoluto del monarca. A la manera francesa, libertad, igualdad, fraternidad son sus principios de referencia, también en España. Frente a esta idea de nación que reclama la participación “republicana” de la ciudadanía en la construcción del país se fue construyendo una interpretación esencialista de la nación a partir de la “historia”: la nación española es el resultado de la tradición heroica, imperial y católica. Durante tres cuartas partes de aquel siglo se contrapusieron, por tanto, dos maneras de entender lo nacional en España: la esencialista y la democrática; la centralista y la municipalista o federativa.

7.- En última instancia, ambas ideas de nación representan dos maneras de afrontar el tránsito a un capitalismo que se institucionaliza por la pérdida de las colonias americanas. La nación esencialista que reúne a las oligarquías agrarias, especulativas y negreras abogan por la defensa proteccionista del mercado interior y hacen del Estado central, de la camarilla clérigo-militar que lo gobierna, el paraguas político que las guarece; por su parte, la nación republicana es el reducto numantino de las clases mercantiles del sur de España que abogan por la federalización con las nuevas repúblicas del continente americano y, siendo esto imposible, por políticas librecambistas que permitan la apertura de nuevos mercados ante la pérdida sufrida. El municipalismo y la negación de la autoridad del gobierno central es su propuesta política.

8.- La Andalucía de los federales dio sus primeros pasos con la Constitución de Cádiz de 1812, y de forma mucho fehaciente en los movimientos junteros de 1820, 1836, 1840, 1843, 1854 y 1868 en las principales ciudades de la región. Esa Andalucía propone y combate al centralismo en favor de un modelo municipalista y federal para el Estado que es anterior y distinto al que propone Pi i Margall desde Cataluña. La confrontación final entre esos dos modelos de “nación” tendrá lugar durante el llamado “sexenio revolucionario” de 1868 y 1873.

9.- El partido que moviliza la opinión andaluza en sentido federal es el Partido Republicano Federal y, aún más, en la fracción “intransigente” del mismo frente a “benévolos” como el mencionado Pi o como Castelar, por ejemplo. La intransigencia no se explica sin la alianza de las clases medias con las clases populares y, especialmente, con el campesinado afectado por la usurpación de los bienes comunales; la idea del “reparto” se extiende y la lucha anti-caciquil y anti-oligárquica es el corolario. La defensa de la nación republicana, el anticlericalismo y el antimilitarismo, son los componentes fundamentales de su práctica política allí donde la Junta revolucionaria local se ha establecido.

10.- El Estado, desde octubre de 1869 en manos de los militares “gloriosos”, reacciona violentamente; entre diciembre de 1868 y marzo de 1869, El Puerto de Santa María, Cádiz, Málaga, Jerez, Sevilla, y otras poblaciones son agredidas por el ejército con una brutalidad similar a las que ejercerá en 1936. En octubre de 1869, la revolución federalista en toda España tiene en Andalucía uno de sus capítulos decisivos; tras la derrota y la represión, habrá que esperar a 1873, a la constitución de la I República en febrero y a su proclamación como estado federal en junio, para que la versión andaluza del federalismo tome cartas de naturaleza; entre julio y septiembre de 1873 se produjo la reedición del federalismo igualitarista y soberanista andaluz; el ejército, una vez más, ahogó en sangre,  uno tras otro, los brotes de un Estado andaluz entendido como la suma de sus cantones. Desde entonces, con el olvido de aquella manera de entender el país, la irrelevancia política andaluza ha sido su santo y seña hasta la actualidad.

11.- El régimen de Restauración borbónica o canovista desde 1875 acabó con las propuestas federales al tiempo que restablecía el poder para la “sociedad de socorros mutuos” formada por la monarquía, la iglesia, el ejército y las oligarquías financieras y terratenientes. El nuevo Régimen reforzó el “nacionalismo” esencialista con políticas económicas igualmente “nacionalistas” combinando un creciente proteccionismo frente al exterior con la división regional del trabajo para activar el mercado interior. Una y otra estrategia facilitará la alianza de las élites terratenientes, los fabricantes vascos y catalanes y los especuladores madrileños. Preteridas definitivamente las opciones librecambistas y las federales inherentes a las mismas, la “división regional del trabajo” que propone Cánovas ofrece a vascos y catalanes la oportunidad de purgar los errores por su pasado fuerista y federal, y de incorporarse al selecto grupo de los esencialistas con la institucionalización de lo que hoy llamamos “nacionalismos históricos”. Como el nacionalismo español finalmente triunfante, los nuevos “históricos” hacen de la lengua, de la cultura peculiar, de los atavismos y de la construcción ad hoc del pasado, los elementos de un movimiento con el que las burguesías respectivas construyen los “rasgos diferenciales” que les permitirán mirar con prevalencia sus relaciones con “Madrid” y con otras economías dentro del mercado interior.

12.- Junto a la manipulación interesada de elementos culturales, religiosos, históricos y psicosociales, los “nacionalismos” en general se construyen además con notables dosis de victimismo, de deseos de revancha. La guerra de la Independencia contra el francés de 1808 y otras declaradas posteriormente se han tomado como el origen y la consolidación del nacionalismo español a mediados del siglo XIX. El nacionalismo vasco surge a partir de la supresión de los fueros en 1876 con una alianza de carlistas y una parte de la oligarquía minera y siderúrgica. Para Sabino Arana, fundador del PNV, España es Maketania y los españoles “osos gallegos” o “bestias de carga”. Para sus seguidores, Arana vino al mundo para redimir a los vascos de “la esclavitud del latino al modo que Jesús vino a redimir a todos los humanos de la esclavitud del mal”. En Cataluña, donde la pérdida de Cuba en 1898 fue especialmente sentida, el alter-nacionalismo de la Lliga se construye con restos del carlismo ultramontano, de la burguesía industrial y de clases medias frustradas por el ocaso de la opción federal para el Estado. Como decía Prat de la Riba en 1906, la Nacionalidad Catalana nacía con la voluntad de crear un nuevo imperialismo: el imperialismo integral y moderno de las razas fuertes cuya intención de llevar la “civilización” a las atrasadas regiones españolas. Conviene tener en cuenta que  los esencialismos español, catalán y vasco se crean o recrecen un cuarto de siglo después de la voladura del nacionalismo cívico andaluz, al que no se da oportunidad alguna de redención. Desde 1873 hasta hoy Andalucía será la colonia interior de la que sacan provecho sus propios esencialistas, los nacionalistas históricos centrales y periféricos.

13.- La izquierda andaluza ha desconocido o despreciado las propuestas que el federalismo andaluz hizo para promover un modelo de Estado descentralizado, que fuera la suma de Estados confederados respetuosos con la unidad territorial de España.  En cambio, ha perseguido, en un seguidismo impropio, su incorporación al panel de los nacionalismos españoles, adoptando o recreando factores culturales, atávicos, actitudinales, etc., que aun evidentes, son irrelevantes para el fin que se persigue. El “nacionalismo histórico” andaluz nace, como los demás, a partir de principios de siglo XX y tiene al notario Blas Infante su figura más relevante; una figura encomiable por su valor por desarrollar sus ideas en una realidad muy adversa, que proviene de las filas federales –de donde nacen sus ideas igualitaristas- pero que se considera obligado a construir un “ideal andaluz” a la moda, convirtiendo en políticos lo que son rasgos esencialistas y psicosociales. Hoy el “andalucismo” es un nacionalismo imposible en una sociedad donde la identidad colectiva, la cohesión social, base de todo nacionalismo, se da de bruces con la desigualdad y la pobreza de su realidad económica y social. El nacionalismo andaluz podrá construirse cuando la ciudadanía, el pueblo andaluz, derrote a sus propios esencialistas.

14.- Como le ocurrió a Blas Infante, la izquierda andaluza se encuentra en una encrucijada en la que debe resolver entre la conveniencia de añadirse a la propuesta “multinacional” que parece ignorarla o bien integrarse en SUMAR, que es lo pertinente, con voz propia, recuperando los principios nacionales cívicos, igualitaristas y soberanistas que la distinguieron hace ahora exactamente 150 años. Cuándo comienza a contar la historia es clave en la decisión y se trata de cronología a la hora de construir una España federal, Andalucía, también por su tamaño y población, debe tener prioridad.

 

ARGUMENTOS ECONÓMICOS: EL CAPITALISMO ANDALUZ

 

15.- Desde hace muchos siglos, desde aquellos que llamamos convencionalmente de la “reconquista” se fueron desarrollando en España distintas vías al capitalismo, distintos modelos productivos en función de la correlación de fuerzas sociales en cada uno de los territorios “reconquistados”; no fue el mismo capitalismo el “norteño” generado sobre las modestas clases campesinas y  “hermandades” urbanas, que el más tardío del sur, en la que los “caballeros” a las órdenes del rey impusieron el ecosistema militarizado que fueron la base del capitalismo señorial. Dicho con palabras de hoy, los capitalismos españoles son más inclusivos allí donde los recursos materiales e inmateriales están mejor distribuidos entre la población, o extractivos donde los recursos son acaparados por exiguas élites. La variedad capitalista de Andalucía era y sigue siendo la más extractiva de España.

16.- El extractivismo se manifiesta en todas las modalidades del capital y se hace efectivo en miles de manifestaciones que son imposibles de resumir aquí. Algunas pinceladas, sin embargo; en lo que respecta al capital físico, la gran propiedad agraria o urbana ha dado a la economía andaluza un sesgo marcadamente rentista, improductivo, además de influir decisivamente en la formación de mercados de trabajo monopsónicos en los que el jornalero antes o el empleado de hoy tiene pocas o ninguna posibilidad de elección. El rentista se convierte en rentabilista cuando atisba oportunidad de negocio fácil para lo cual ha contado con recursos financieros disponibles en condiciones de privilegio.

17.- Cada capitalismo organiza el sistema educativo en función de la estructura de recompensas dominante; en una economía como la andaluza en la que predominan sectores de escaso valor añadido, los salarios se presionan a la baja para que no superen los pequeños incrementos de productividad; esto se ha conseguido tradicionalmente en Andalucía con dos mecanismos: el desempleo y el analfabetismo. Hoy, el desempleo o la precariedad laboral sigue siendo una lacra; y el analfabetismo se ha traducido en muy elevadas tasas de fracaso y abandono escolar. Otra característica del sistema escolar andaluz es la discriminación: existe una escuela pública infradotada, sin capacidad para evitar las “trampas de pobreza” en los barrios populares, y una escuela privada o concertada con dinero de todos cuya misión es la distinguir y empoderar a sus usuarios. En ambas escuelas no solo se acumula capital humano, también capital relacional, de manera que el sistema educativo contribuye a perpetuar las diferencias sociales.

18.- Clave en el capital extractivo andaluz es la apropiación casi exclusiva del capital político; ese que utiliza las relaciones con el poder para la consecución de objetivos económicos y sociales. Los señores jurisdiccionales en la Baja Edad Media, los señoritos cortijeros y los caciques decimonónicos en pueblos y ciudades, los partidos como ámbitos de relaciones clientelares han formado secularmente la cadena que une la política y la riqueza. En ese sistema, la exclusión política resulta esencial; a lo largo de la historia andaluza, la criminalización y represión de las clases populares han sido la forma más usual de la exclusión política; en democracia, el retraimiento electoral tiene efectos parecidos. La participación electoral es muy elevada en los barrios burgueses y la indiferencia es habitual en los barrios empobrecidos. La acumulación de poder político desemboca en dos consecuencias perversas: la negación de la igualdad de oportunidades y la impunidad para usurpar lo colectivo –antes las tierras del común, ahora los servicios públicos-.

19.- La discriminación social no se genera solo en la escuela; también, y sobre todo, en las relaciones sociales; las clases extractivas han acumulado capital social desde la familia, las relaciones endogámicas, los contactos en casinos, círculos o casetas que sirven para estrechar lazos y obtener información privilegiada que usan en mercados atestados de información asimétrica. Las élites y sus clases subalternas necesitan, igualmente, explicitar su hegemonía ante el pueblo, y lo hacen, uno, mediante la acumulación de capital cultural, entendido este como la adquisición de un ethos honorable con el que establecer relaciones de superioridad con los demás; y, dos, con capital simbólico que acumula en las manifestaciones y celebraciones festivas que se convierten en exaltación del poder económico o político.

20.- Como en cualquier otra economía colonizada, los lazos e intereses comunes de las élites andaluzas con el capital foráneo han dejado a la sociedad en una situación extremadamente vulnerable y dependiente de decisiones adoptadas fuera de la comunidad. Andalucía se ha convertido en un mercado reservado, en una colonia disponible para intereses igualmente extractivos de dentro o de fuera del territorio español.  Baste recordar el boom minero del XIX, el turístico de mediados del XX, la oferta bancaria o el déficit en las balanzas comercial o de pagos con otras regiones en la actualidad para comprobarlo.

21.- El Estado contribuyó y mucho a la exclusión de la sociedad andaluza; el “nacionalismo económico” preconizando la división regional del trabajo impuso relaciones de intercambio desfavorables para los productos andaluces, extrajo el ahorro andaluz hacia otras regiones bien por imposición política bien por un sistema financiero ajeno a los intereses de la comunidad, fue reserva de mano de obra para la industrialización de otras regiones o países, recibió recursos públicos muy por debajo del que debieran corresponderle en función de su dimensión o de su población, etc.

22.- El estatuto de autonomía de 1981 pudo haber sido un punto de inflexión en la trayectoria histórica de la sociedad andaluza; sin embargo, por razones que, resumiendo, están en línea con la marginación secular de Andalucía, aquellas expectativas quedaron frustradas; se reprodujeron e incluso afianzaron los elementos nocivos del modelo extractivo de capitalismo y, en consecuencia, ha sido imposible no solo converger con las economías más adelantadas del país sino también eliminar las lacras y déficits de la comunidad autónoma, el más sangrante de los cuales son los elevados índices de pobreza y de exclusión social que confirman a Andalucía como la comunidad con mayor nivel desigualdad interna de toda España, solo superada por Ceuta y Melilla. Como estaba previsto, el Estado de las Autonomías sirvió para que las distintas élites regionales reprodujeran los mecanismos tradicionales de acumulación. En Andalucía, esos mecanismos han ido dirigidos a favorecer a los privilegiados de siempre: terratenientes en los repartos de agua, perceptores de subsidios europeos, propietarios de suelo a recalificar, constructores, rentistas, amiguetes de todos los ámbitos y actividades a los que donar lo que es público, etc., ni uno solo de esos privilegiados contribuye a transitar por los caminos que conducen al desarrollo y el bienestar.

 

ARGUMENTOS IDENTITARIOS

 

23.- La identidad de los pueblos es una construcción social que se materializa en un proceso de aprendizaje que se materializa en la relación de los individuos entre sí, y que varía en función de la clase social, del género, de la raza, del nivel cultural etc. Las bases materiales de la existencia, la correlación de fuerzas sociales, son fundamentales en la formación de la identidad tanto individual como colectiva. Como afirma Habermas y antes Marx, la clase dominante construye la imagen de la sociedad. El éxito de su tarea se mide por el nivel de asimilación que la población hace de la imagen prefabricada de sí misma; unas élites necesitarán fomentar valores de cooperación; otras, de conformismo.

 

24.- La imagen que hoy conocemos de los andaluces se consolida a partir de la derrota federal de 1873 y el triunfo de un “esencialismo” que presenta a un pueblo narcisista que practica el arte del saber vivir a pesar de los sinsabores y adversidades a las que se ve sometido. La “vida buena” del andaluz se identifica con su carácter alegre y despreocupado, por su afición a participar activamente en las muchas fiestas, ferias, procesiones, romerías, verbenas que se le ofrecen a lo largo del año con pretextos generalmente religiosos. Es en las fiestas donde se manifiesta lo mejor del andaluz: la calidad de la convivencia, la amistad, la solidaridad, los lazos identitarios, el arrobo y sensaciones tan fuertes que “no se pueden explicar” y que no necesitan ser explicadas; la irracionalidad es común a todos los esencialismos nacionales. Con los cambios económicos y sociales experimentados en los últimos años, otras formas de alcanzar la “vida buena” se han añadido a las anteriores, pero la imagen proclamada de los andaluces es la misma: la fiesta, ante todo, el ocio antes que el negocio del que se ocupan otros.

 

25.- A comienzos de este siglo, el 70% de los andaluces se consideraban «satisfechos» con su calidad de vida, lo que parece objetivamente incongruente con la testaruda realidad; en un estudio reciente, no hay ciudad andaluza entre las doscientas más felices del planeta; no cabe satisfacción en una de las comunidades más pobres del país, donde cerca de un 40% de la población vive en los límites de la pobreza. Ha de entenderse que se trata por tanto de una satisfacción “adaptada”, una “paradoja de la satisfacción” mil veces repetida en los medios que reproducen la imagen de una población en fiesta permanente y sumisa a la mayor gloria de las élites y de sus clases subalternas.

 

26.- Basta con acercarse a la realidad para percibir que la identidad de los andaluces se refleja en unas vivencias cotidianas de forma muy diferente a la anunciada y generalmente “adaptada”. El sometimiento a la dictadura de la necesidad que conlleva la aceptación de cualquier tipo de empleo o de transacción bajo la amenaza de “lo toma o lo dejas” ocurre cada día a muchas familias andaluzas. La incertidumbre ante el futuro es otra componente cotidiana de nuestro acervo cultural; la expulsión de los jóvenes más valiosos ante la ausencia de oportunidades en Andalucía está valorada como salida plausible; la inseguridad creciente ante la privatización de los servicios públicos agobia principalmente a los mayores, etc. La falta de opciones, la privación del derecho a decidir individual es, en gran medida, el resultado de la privación del derecho colectivo a decidir, de la derrota secular de un pueblo inerme.

 

27.- El pueblo andaluz perdió y no ha encontrado las armas para recuperar su derecho a decidir, las que tuvo en 1873, en 1931 o en 1977. Clave en esa pérdida es la ausencia de una sociabilidad transversal o, dicho de otra manera, la baja calidad del capital social comunitario. En Andalucía, la ratio de entidades asociativas por cada cien mil habitantes es 59,2 —en España, 72,9—. Andalucía tampoco sale bien parada en cuanto al nivel de confianza de los individuos entre sí. En 2007, casi dos terceras partes de los andaluces encuestados decía no confiar en la honradez de la gente. Solo se confía en la propia familia y, en menor medida, en los amigos. Tan grave como esto es que el capital relacional se busca en círculos religiosos, cofrades, políticos o recreativos, con la consiguiente reproducción del extractivismo económico, las relaciones clientelares y el esencialismo idiosincrásico. Como indica la teoría, la mala calidad del capital social incide en la mala calidad de la democracia y en la reproducción de un desarrollo económico y social raquítico.

 

28.- En los últimos cuarenta años, el capital social comunitario y transversal tan decisivo en la construcción de la nación “republicana” ha experimentado un importante deterioro. Los sindicatos representan una mínima parte de la clase trabajadora, las asociaciones de vecinos, culturales y solidarias se mantienen como aportaciones abnegadas sin apenas incidencia en el cambio político y social que se necesita; los partidos de izquierdas son percibidos como instituciones ajenas a la vida de la gente. En los barrios populares se constata el ínfimo nivel de su capital social: «población no asociada», «carencia de redes sociales», «aislamiento de las mujeres», «tejido asociativo con problemas de financiación y desestructuración», «usos indebidos de espacios públicos», «falta de estímulos de valores sociales», «auto concepto negativo», etc., -dicen los informantes-. Esta es la herencia recibida después de cuarenta años de una democracia que no ha servido para resituar a los andaluces en el papel que tuvieron durante la transición a la democracia.

 

UNA PROPUESTA POLÍTICA PARA LA IZQUIERDA ANDALUZA

 

29.- Andalucía debe estar en el centro del debate y de la organización política, por encima o al margen de disputas y propuestas importadas nacidas en otros contextos que han contribuido a debilitar las opciones de la representación andaluza tanto a nivel municipal como estatal. Los partidos políticos deberían asumir su responsabilidad en el fracaso de la izquierda andaluza y brindarse a participar en una fórmula superadora de sus diferencias. “Borrón y cuenta nueva” debe ser un lema para aunar las diversas sensibilidades existentes con el objeto de recuperar el papel de vanguardia en la dinamización de una opción republicana, igualitarista y federal al margen de los esencialismos.

 

30.- Las fuerzas políticas y los independientes que hoy conforman el movimiento SUMAR deben participar con una organización propia, no como un apéndice de aquel sino con un proyecto y un nombre específico, aunque se admitan dobles militancias con las organizaciones actualmente existentes. Esa organización debe guiarse por principios y prácticas leales, democráticas y transparentes abierta a la participación decisoria y personal de inscritos e inscritas.

 

31.-  Esa organización debe asumir los valores de la izquierda en general, los de la defensa de lo público, el feminismo, el respeto a las minorías, la sostenibilidad medioambiental, etc., pero con atención igualmente prioritaria a la interacción con los movimientos sociales, con las mareas de profesionales y usuarios, a la incorporación de sus líderes en las listas electorales, al diálogo con las organizaciones vecinales y de clase, etc. En síntesis, llevar a cabo políticas que sirvan para potenciar la sociabilidad transversal y cerrar la fractura actualmente existente entre representantes y representados. Se trata de empoderar la nación cívica y republicana, con la inexcusable inserción en la cotidianeidad.

 

32.- La tradición juntera y cantonal del federalismo andaluz tuvo como objetivo doble el enfrentarse tanto a la autoridad del gobierno central como a su epígono local el señorito y el cacique que aprovechaba su autoridad política para acaparar los recursos del entorno. Aquella tradición cantonalista sigue existiendo hoy en muchos pueblos andaluces donde la izquierda ha mantenido su hegemonía política en los últimos cuarenta años. Son “numancias” que han resistido todos los cantos de sirenas o embates neoliberales; esas numancias hermanadas podrían ser un instrumento para la construcción del “estado andaluz” como suma de municipalidades. El municipalismo, la batalla por el poder municipal, deben seguir siendo hoy, objetivo irrenunciable de la izquierda andaluza contra los nuevos caciques y sus mentores empresariales.

 

33.- Relacionado con lo anterior, el partido de la izquierda andaluza ha de ocuparse por el medio rural contra la despoblación, la usurpación del agua, el latifundio de plantas solares, por un equilibro con el entorno natural tal y como se ha entendido desde siempre, por el desarrollo sostenible sobre bases autóctonas, por la digitalización y la atracción de empresas, por la Andalucía de los 30 minutos a los servicios sociales y culturales; en definitiva, por la re-ruralización de la vida como antídoto a la crisis medioambiental y habitacional.

 

33.- El partido de izquierda andaluza debe ocuparse de transformar la actual estructura del capital cultural y simbólico prefiriendo la creación propia a la exhibición ajena, impulsando una cultura laica, desposeyendo a las manifestaciones culturales y festivas de sus componentes jerárquicas y religiosas,  impulsando, por el contrario, las participativas y transversales; en definitiva, por la creación de una nueva identidad ligada a cooperación entre iguales frente al clientelismo y al individualismo.

 

34.- En el plano económico, la izquierda andaluza abogará por el estado social, el servicio público frente a las privatizaciones, pero, sobre todo, por ejercer la soberanía sobre los recursos propios -financieros, energéticos, alimentarios, hidráulicos, etc.,- que permitan políticas económicas tendentes al reparto del capital en todas sus modalidades: el reparto de la tierra y del capital; una fiscalidad progresiva y finalista; una banca pública y de proximidad a los intereses locales; la diversificación de la estructura productiva; el control de la gentrificación de las ciudades por causa del turismo; la apuesta por la economía social transformadora; la vertebración del mercado interior andaluz; la concentración y externalización de autónomos y pymes; la creación de redes de distribución que favorezca la producción local; una política educativa pública de calidad que favorezca la igualdad de oportunidades; la inserción real de la universidad en la sociedad, incentivando las transferencias de conocimiento adaptadas a los fines políticos y económicos; controlando el cumplimiento de la normativa laboral, con especial atención al empleo femenino y juvenil, los colectivos más vulnerables, el trabajo sumergido que afecta sobre todo a los emigrantes; extensión de la oferta pública de formación profesional; políticas de empleo que incluyan la oferta de trabajos no de mercado al servicio de la comunidad, etc., etc..

 

35.- En definitiva, el partido de la izquierda andaluza pretende cambiar la trayectoria de un país, el andaluz, que fue protagonista en el combate por una España federal, que pagó con el atraso, la marginación y el desprecio su atrevimiento. Con el apoyo del pueblo andaluz, en el camino de derrotar políticamente a las élites extractivas, propias y ajenas, la izquierda andaluza reclamará un diálogo bilateral con el Estado que establezca nuevas vías de convergencia económico y social con el resto de los territorios que lo forman.

 

(*) La imagen corresponde a una obra del artista andaluz Miki Leal (Sevilla, 1974).

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