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Obamacepción

barack-obamaLa última imagen que he visto de Obama ha sido la de Halloween. Rodeado por varios de sus asesores caracterizados a lo Star Wars y acompañado por Michelle disfrazada de ¿leopardo?, él parecía estar como siempre. Supongo que el decoro y el manto institucional le obligan a guardar una cierta compostura. No vaya a cogerle una crisis nacional leyendo “Mi Mascota la Cabra”, como le sucedió a su antecesor George. Entonces pensé que quizás aunque él no se haya puesto el disfraz, la izquierda global le haya endilgado el de Napoléon Bonaparte.

No, no me sumo a la campaña neocon yanqui de equiparar a Obama con varios personajes por su empeño en sacar adelante el plan nacional de salud, y que le ha llevado a ser comparado con Stalin (?), Mao (??), Hitler (???) o el Joker de Batman (!!!???). En realidad, no quiero atacar a Obama (bueno, no demasiado), sino más bien a la izquierda ingenua que tan pronto desató la Obamanía como la Obamacepción, evidenciada por la derrota electoral demócrata en Virginia y Nueva Jersey.

Veamos: el problema con Obama no es que Guantánamo siga operativo (lo de ‘abierto’ es paradójico para una prisión, ilegal, pero prisión a fin de cuentas), que desconozcamos su estrategia para Afganistán (aunque todo huela a una mayor presencia e intervención militar) o que frente al cambio climático no ya sólo es que no lidere el proceso global, sino que muestra unas reticencias más parecidas a las de Bush que a la labor de Clinton (en cuyo nombre Al Gore firmó el Protocolo de Kioto, aunque finalmente no fue ratificado por el Senado estadounidense). Tampoco creo que el problema esté en que las medidas de impulso fiscal contra la crisis económica sirvan finalmente para que todo vuelva a la infame normalidad.

El problema es que la gente votó, o apoyó, “cambio”, no un sistema de salud que interfiriera en los derechos adquiridos con su plan de empresa. Otra gente votó por la “esperanza”, no por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mientras China las aumenta y se queda con la producción y los empleos norteamericanos. Muchos apoyaron que “juntos podemos”, pero no saben si eso significa evacuar a los soldados de Afganistán o llevar 20.000 más. En definitiva: ¿qué cabía esperar de Obama? ¿Qué podemos exigirle?

En ese sentido hacía la referencia a Napoleón. Al ‘bonapartismo’ al que con Obama se ha abonado la izquierda global. Como diría el Marx sociólogo del 18 brumario, ante la crisis de EEUU, del planeta, de la economía… los progresistas han optado por buscar a ‘El Hombre’ que, más allá de las divisiones y de los intereses que nos dividen, se haga cargo de la situación. Como el tirano griego, el dictador romano, como Bonaparte en la Francia revolucionaria; confiarlo todo a la última carta. Y claro, es muy difícil que se puedan cubrir unas expectativas tan indeterminadas. Bonapartismo por cierto que está muy extendido: democrático, progresista y moderado en el caso de Obama; populista e inquietante en el de Hugo Chávez; vomitivo (o “de vómito”, como dicen ahora) en el de Berlusconi; a veces de opereta con Sarkozy; respetado y venerado en el caso de Lula… y luego está Putin. O la cansina petición de “liderazgo” a Rajoy desde sus filas, o a Zapatero para gobernar la crisis. Como si el liderazgo nos liberase de la crisis económica.

Resumiendo: como las golondrinas en la primavera, el bonapartismo viene con las crisis. Salvo que con el cambio climático, las golondrinas están como locas; y con la crisis global la izquierda ha demostrado un fracaso estructural, no puntual o excepcional.

El problema no es Obama, sino el bonapartismo en el que, con él, la izquierda global ha caído.

Primero, por pensar que su situación es excepcional, cuando es estructural. No hace falta un líder que nos libere de los mediocres que obstaculizan el desarrollo del proyecto progresista, sino una reconstrucción total de éste.

Segundo, por abandonar el laicismo y caer en una especie de izquierda mágica, que cree que la realidad son palabras, que la voluntad se alza sobre la materia.

Tercero, por desmovilizar el proyecto. ¿Cómo pudo Zapatero llegar a decir que no pienses en lo que Obama puede hacer por ti, sino en lo que tú puedes hacer por Obama? Eso no lo habría dicho de otros líderes progresistas que pudieron presidir los EEUU, como Gore o Hillary. ¡Nadie lo dijo por Bill Clinton! ¿Cómo se puede dar un Nobel de la Paz preventivo? Por muy bueno que sea Obama también necesita contrapesos. Para que una movilización neoconservadora desde radios ultra, blogs, manifestaciones… sea respondida no (o no sólo) desde las moquetas de la Casa Blanca, o la Moncloa, sino también desde la sociedad. Bonaparte no puede ser la excusa para que los progresistas se retiren a sus casas. O que la decepción porque no consiga lo que ni nosotros sabemos que queremos nos haga caer en el desánimo. Obama tiene que hacer su trabajo. Nada más (y nada menos).

Ahí es donde le hago mi principal reproche. Hizo unas primarias y una campaña muy imprudente. Era consciente de que su campaña era una burbuja de confianza, y siguió hinchándola. Como Greenspan con la burbuja financiera. Jugó la baza de no presentar ni un programa ni un proyecto, sino magia. Por eso me gustaba más Hillary. De todos modos, precisamente como ‘hillarista’, no puedo ser “obamacéptico”. Fue imprudente permitiendo esa inflación de expectativas, pero también lo fueron quienes “compraron” algo sin saber siquiera lo que era. Que gobierne, y evaluemos la tarea realizada, y el proyecto que presente entonces (espero que entonces no vuelva al ilusionismo). Porque nos jugamos demasiado para quejarnos de que en la caja donde el mago serraba a la chica había en realidad un doble fondo. De todos modos, creo que estoy a un mes de sumarme a la obamacepción: la Cumbre del Clima en Copenhague es una prueba esencial sobre el programa de Obama, e insisto en que hasta ahora su actuación se parece más a la de Bush que a la de Clinton.

Finalmente, la crisis de la izquierda no la resolverá ningún Bonaparte. Los liderazgos no significan poder saltarse la complejidad, sino tener la suficiente autoridad, conocimiento y capacidad como para poder gobernarla, e incorporar a todas las personas necesarias para ello. Lo que debemos hacer es comenzar a reconstruir el proyecto de la izquierda. Sin atajos. Conscientes de que debemos darle la vuelta a Marx, y que ahora cabría decir que hemos cambiado tanto el mundo que lo que necesitamos es comprenderlo.

Un comentario

  1. Precisamente me encuentro leyendo un ensayo de Ramón Maiz sobre Sieyes y su concepto de nación y estado. En el 18 de Brumario Sieyes fue traicionado por Napoleón, y quizás en el pensamiento del abad se encuentre la alternativa al Bonapartismo.

    Bueno, de todo su pensamiento, creo que es interesante rescatar el concepto de nación constituyente frente al de nación constituida, así enlazando con el republicanismo de Azaña.

    Dejo el link para el ensayo de Ramón Maiz, a ver si funciona.

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