Portada / Democracia / Por un ecosocialismo feminista

Por un ecosocialismo feminista

(A) «El socialismo debe ser ecologista porque, como Marx señaló [ya en los “Manuscritos de París” de 1848], la humanidad vive y muere con la naturaleza. Somos naturaleza, y la naturaleza vive con nosotros. Si la naturaleza muere, nosotros morimos. […] Marx fue también víctima de su momento histórico, olvidó que la relación de la humanidad con la naturaleza es una cuestión de género. Como algunas feministas habían apuntado ya antes que Marx escribiera sus obras, la identificación de las mujeres con la naturaleza había conducido a la subordinación. […]

Print

Mientras que [Marx y Engels asumieron que] la división del trabajo en la sociedad industrial era una construcción social —es decir, que la economía no era natural—, la división del trabajo entre sexos sí era natural. […] Los ecomarxistas deben dejar de pensar que el trabajo está asociado principalmente, si no exclusivamente, a las relaciones de clase. […]

Marx y Engels identificaron correctamente la emergencia de las relaciones de clase entre la humanidad y la naturaleza, mediante las cuales los grupos dominantes esclavizaban a los grupos subordinados para expandir sus capacidades productivas y explotar las plusvalías. No obstante, no fueron capaces de ver las relaciones dialécticas entre sexos en la relación de la humanidad con la naturaleza. Tradicionalmente, el trabajo de las mujeres ha tendido a ser físico y a atender las necesidades básicas de la existencia humana. Esto comprende desde la producción de alimentos hasta el trabajo doméstico. La reproducción, evidentemente, está también condicionada por el sexo. Es importante darse cuenta de que el trabajo femenino representa lo que debe ser realizado antes de que las estructuras sociales puedan generar suficientes plusvalías para que la gente consiga alcanzar su potencial. Las mujeres son las generadoras primarias de plusvalías en forma de tiempo social. Esto es lo que Marx no logró teorizar adecuadamente […].

Debemos aprender a arreglárnoslas para conseguir una sociedad sin clases, pero no podemos pretender una sociedad sin trabajo o sin sexos. Los humanos siempre necesitarán trabajar para garantizar su existencia en el marco de la naturaleza, incluso en el nirvana socialista. La gente debe hacer ciertas cosas para sobrevivir y reproducirse, y si esto no se aborda teórica y políticamente, las organizaciones socialistas nunca conseguirán afrontar con éxito los temas de la subordinación de la mujer o de la degradación ecológica. […] La atención de Marx se centró en la dinámica del capital. Luego, el problema es que ha interpretado la economía capitalista como si fuera la economía, cuando en realidad no es más que un sistema de generación de beneficios, y sólo deviene un sistema de aprovisionamiento por defecto. Las economistas feministas dirían, en este sentido, que la economía es, en gran medida, malgasto de tiempo y de recursos, y que la mayor parte del trabajo real de provisión del sustento se realiza en el marco del hogar y de las comunidades.»(1)

(B) «Muchos ecologistas critican a marx por considerarlo un productivista. Tal crítica nos parece completamente equivocada: al hacer la crítica del fetichismo de la mercancía, es justamente Marx quien realiza la crítica más radical a la lógica productivista del capitalismo, la idea de que la producción de más y más mercancías es el objeto fundamental de la economía y la sociedad. El objetivo del socialismo, explica marx, no es producir una cantidad infinita de bienes, sino reducir la jornada de trabajo, dar al trabajador tiempo libre para participar de la vida política, estudiar, jugar, amar. Por tanto, Marx proporciona las armas para una crítica radical del productivismo […].

Desde esta perspectiva el reto ecológico que enfrentan las clases subalternas es precisamente lograr subvertir eso que Marx criticó: la lógica individualista y enajenante del capital, la fetichización de la mercancía, con el objetivo de erradicar la cosificación del sujeto y de la naturaleza. […] Es necesario construir una crítica radical a la técnica capitalista, lo cual implica comprender que son también los instrumentos técnicos portadores de la dinámica de devastación de ecológica, y ello exige no solo reinventar las relaciones sociales en torno a los instrumentos sino a los instrumentos mismos. Esta visión asume conscientemente que las fuerzas productivas existentes no son neutras: ellas son capitalistas en su dinámica y en su funcionamiento, y por lo tanto son destructoras de la salud de las personas, así como del medio ambiente. Lo que se necesita, por consiguiente, es una visión mucho más radical y profunda de lo que debe ser una revolución socialista. Se trata de transformar no sólo las relaciones de producción y las relaciones de propiedad, sino la propia estructura de las fuerzas productivas, la estructura del aparato productivo. Esto es, en nuestra concepción, una de las ideas fundamentales del ecosocialismo.

Hay que aplicar al aparato productivo la misma lógica que Marx pensaba para el aparato del estado a partir de la experiencia de la comuna de París, cuando dijo lo siguiente: los trabajadores no pueden apropiarse del aparato del estado burgués y usarlo al servicio del proletariado, no es posible, porque el aparato del Estado burgués nunca va a estar al servicio de los trabajadores. Entonces, se trata de destruir ese aparato del estado y crear otro tipo de poder. […] El ecosocialismo implica una revolución del proceso de producción, de las fuentes energéticas. Es imposible separar la idea de socialismo, de una nueva sociedad, de la idea de nuevas fuentes de energía, en particular del sol —algunos ecosocialistas hablan de comunismo solar, pues entre el calor, la energía del sol y el socialismo y el comunismo habría una especie de afinidad electiva—.[…]

Un cambio radical en favor de la preservación de la vida en el planeta debe ser un cambio social, democrático y comunitario. Y para esto es necesario hacer estallar la cárcel de la valorización del valor, localizada precisamente en la propiedad privada de los medios de producción y la mercantilización del mundo social y natural, lo cual se expresa en la gestión privada y autoritaria de la sociedad y la naturaleza. La dinámica capitalista de devastación ecológica tiene no sólo el vehículo de la técnica, si no el de la propiedad privada que articula un sistema fundamentado en la gestión privada y enajenada de los recursos. Esto exige un cambio radical en la propiedad y gestión de los recursos que debe avanzar, como lo ejemplifican las luchas en América Latina, hacia la perspectiva de gestión comunitaria y territorial de los recursos. […]

No basta tampoco transformar el aparato productivo y los modelos de propiedad, es necesario transformar también el patrón de consumo, todo el modo de vida en torno al consumo […]. Se trata de crear un nuevo modo de consumo y un nuevo modo de vida, basado en la satisfacción de las verdaderas necesidades sociales que es algo completamente diferente a las presuntas y falsas necesidades producidas artificialmente por la publicidad capitalista. De ello se desprende pensar la revolución por la abolición de la cultura del dinero impuesta por el capitalismo.

Una reorganización del conjunto del modo de producción y consumo es necesaria, basada en criterios exteriores al mercado capitalista: las necesidades reales de la población y la defensa del equilibrio ecológico. Esto significa una economía de transición al ecosocialismo, en la cual la propia población —y no las «leyes de mercado» o un Buró Político autoritario— decida, en un proceso de planificación democrática, las prioridades y las inversiones. Esta transición conduciría no sólo a un nuevo modelo de producción y a una sociedad más igualitaria, más solidaria y más democrática, sino también a un modo de vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más allá del reino del dinero, de los hábitos de consumo artificialmente inducidos por la publicidad, y de la producción al infinito de mercancías inútiles.»(2)

(1) Mary Mellor, «Ecologismo, feminismo y socialismo», ecología política, 23, Barcelona, 2002, p. 19-21
(2) Michel Löwy y Samuel González, «Crisis ecológica y lucha política: la alternativa ecosocialista», revista Memoria, México. Reproducido en Rebelión el 13 de diciembre de 2010.

Extraído de El imposible capitalismo verde, Daniel Tamuro, prólogo y postfacio de Jorge Riechmann, Los libros de viento sur, 2011, www.laovejaroja.es

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *