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Privilegios masculinos y paridad

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Beatriz Gimeno.Equo.07/03/2011.

Todos los años, al llegar el 8 de marzo, los medios nos recuerdan la situación de las mujeres en el mundo y nos llenan de cifras y datos que, año tras año, nos permiten darnos cuenta de que en muchos lugares no hay ningún avance, en otros se retrocede y en la mayoría de los países europeos, hemos llegado a un punto de estancamiento en el camino de la Igualdad; un punto, además, en el que advertimos que si no avanzamos corremos peligro de retroceder. Más allá de las cifras que se repiten año tras año y que dan idea de la persistencia de la desigualdad, hay temas que son también recurrentes en el debate social.

Uno de ellos es el de las cuotas, nombre que aunque inadecuado ha terminado por imponerse. A pesar de los años que lleva el feminismo trabajando por explicar su sentido y pertinencia no ha conseguido que la gente que no es específicamente feminista incorpore su verdadero significado. Lo cierto que las mal llamadas cuotas, que son en realidad políticas de acción positiva o de paridad activa, pretenden no privilegiar a las mujeres, sino únicamente servir de instrumento para ayudar a que obtengan lo que les corresponde. La necesidad de estas políticas no es discutible si se trata de avanzar en igualdad, como repetidamente han puesto de manifiesto todos los organismos  internacionales de lucha por la igualdad entre mujeres y hombres. Sin esas políticas activas la igualdad se va a resistir mucho más tiempo.

Cada año leemos/escuchamos lo mismo. Con motivo del 8 de marzo todos los periódicos entrevistan a alguna mujer triunfadora que dice más o menos lo mismo: “No creo en las cuotas, creo en las personas”. Suena muy razonable, pero no lo es; a poco que se mire alrededor lo que en realidad quiere decir esta frase es que quien la dice no cree en las mujeres. Porque en realidad lo que existe es un férreo privilegio masculino que impide por medio de multitud de mecanismos que han conseguido ser invisibles, que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde por sus méritos, sus capacidades y su número. Quién se manifiesta a favor de las “personas”, no parece preguntarse por qué, si somos igual de inteligentes, si estamos igual (o más, según las estadísticas) de formadas, si tenemos las mismas capacidades, las mujeres no somos la mitad de las directivas, de las rectoras de universidades, de la población activa mejor pagada, de las diputadas, la mitad de todas las ocupaciones bien retribuidas, bien consideradas y que comportan poder e influencia y, por el contrario sí que somos, en general, mucho más de la mitad de las personas que ocupan los trabajos peor pagados y peor considerados socialmente. Así que parece que no basta con creer en las “personas”, porque hay personas mujeres y personas hombres y ser una cosa u otra determina, todavía en gran medida, el lugar que ocupamos y el precio que pagamos para llegar a él.

Como parece que ya nadie niega que tengamos iguales capacidades que los hombres, entonces está claro que algo impide que lleguemos a ocupar la mitad de todos los puestos de poder y responsabilidad, de todos los trabajos, de todos los espacios. En realidad no se trata tanto de instaurar cuotas femeninas como de romper el privilegio masculino que permite que muchos de ellos estén ocupando espacios sólo por ser hombres, y no por sus especiales méritos ni capacidades. Y lo que ocurre también es que como era esperable existe una enorme resistencia por parte de los hombres en particular y como grupo para desalojar esos lugares que llevan ocupando, sólo por ser hombres, milenios. Si las mujeres ocupáramos la mitad de todo, muchos hombres (nada menos que la mitad de ellos) tendrían que abandonar esos espacios. Entonces entenderíamos que lo cierto es que hay muchísimos hombres que están donde están no porque no haya nadie mejor, sino sólo porque son hombres y porque gracias a ello están en situación de impedir que muchas mujeres con iguales o con muchos más méritos que ellos ocupen su lugar. Son mujeres a las que la inmensa cuota masculina les impide todavía acceder en igualdad.

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