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Tecnología y evolucción.

Darwin

 

El MediaLab es un lugar donde el futuro no se imagina sino que se vive. Su característica consiste en encontrar formas de investigación «transgresivas» útiles para comprender el impacto de tecnologías emergentes en la vida cotidiana. Los laboratorios son como salones con sillones y divanes para hacer el diálogo entre todos fácil y natural. Los estudiantes del Media Lab elaboran soluciones sin que se les plantee un problema y gracias a esta libertad atraen la atención de entes y agencias externas al Laboratorio, que descubren en sus hipótesis de trabajo posibles soluciones a sus problemas.

¡Qué bella es la vida aquí dentro!

Entrevista al estudioso Brian Arthur, autor de un importante ensayo para Ediciones Codice. Los efectos de las máquinas y de los conocimientos científicos en la vida social explicados a través de la teoría de la evolución. Pero a diferencia de las especies vivas, las máquinas, los productos mecánicos o electrónicos nacen de la combinación de sus parientes próximos o de sus ancestros sin que ello determine su desaparición.

Recuerda con orgullo su titulo de ingeniero, sin renegar por ello del master en economía que le abrió el camino hacia una profesión dirigida a la enseñanza de un escepticismo tranquilo –la economía no es precisamente una ciencia exacta como la física– hasta que se dio cuenta de que las teorías dominantes sobre los efectos de la tecnología en la producción de la riqueza le resultaban insuficientes o incluso incapaces de explicar el motivo del éxito de algunas tecnologías en vez de otras.

Así, Brian Arthur ha intentado desplazar la atención hacia el momento de la proyección de la tecnología, esperando conseguir así centrarse en la relación entre desarrollo tecnológico y desarrollo de la sociedad. El éxito de sus estudios está ilustrado en La naturaleza de la tecnología, un ensayo que aplica la teoría de la evolución para intentar abrir la «caja negra» de la tecnología.

Cortés y disponible, Arthur declinó la primera invitación para la entrevista porque debía participar en el Foro Económico Mundial de Davos, cita que requería una total dedicación ya que debía enfrentarse a otros estudiosos y «decisores políticos» que presentan y sostienen ideas que no siempre coinciden con las suyas. Al final de la cita con los (supuestos) «poderosos de la Tierra» se ha sometido a las preguntas de esta entrevista realizada por Benedetto Vecchi.

 

Presente en la última edición del «Foro Económico Mundial», Brian Arthur ha comentado la invitación que le han hecho a participar en el encuentro anual de los «poderosos de la tierra» como una excentricidad. En el fondo nunca ha escondido sus posiciones liberales, su aversión  por las ideologías del libre mercado y la denuncia de las crecientes desigualdades sociales. Cuando se le recuerda que su libro está en curso de traducción en China, comenta la noticia con ironía: «un gobierno que se dice comunista no puede más que preocuparse de los efectos colaterales del mercado libre que ha querido imponer a la sociedad». Pero este libro suyo, La naturaleza de la tecnología (ediciones Codice, 211 páginas, 21 euros), no se ocupa de desigualdades sociales. Se propone en realidad la ambiciosa tentativa de abrir la «caja negra» de la tecnología para explicar su funcionamiento, colocándose más allá de la línea divisoria que separa la investigación académica de la vida en sociedad. Es decir, no tiene intencionalidad política, si bien se marque enérgicamente el objetivo de esclarecer las relaciones entre tecnología y sociedad. La constelación teórica a la que se refiere Brian Arthur es la de los «shumpeterianos», a la que pertenecen estudiosos actuales, como Nathan Rosemberg, que han pasado toda la vida explicando como funciona la «caja negra» y que consideran la tecnología como uno de los instrumentos que hacen dinámica a una economía, pero también como un poderoso instrumento de poder en manos de quienes detentan ya este poder. Por otra parte, Arthur recurre incluso a Karl Marx en apoyo de sus tesis. Pero no es un teórico radical. En este ensayo no hay ninguna alusión a la neutralidad de la ciencia y de la tecnología. Sin embargo es un texto que pone en tela de juicio la ideología dominante entre los economistas estadounidenses contemporáneos, en base a la cual el desarrollo tecnológico se considera un factor exógeno a la actividad productiva. Para Arthur, por el contrario, la tecnología y la economía son ciertamente «mundos» distintos, pero fuertemente interdependientes. En primer lugar porqué ambos mundos se imponen la consecución de un objetivo definido por los hombres y mujeres reunidos en sociedad. Además, son realidades interdependientes porque una tecnología se convierte en tal solo cuando sale de los laboratorios y entra en los talleres de producción,  en el dominio de las manufacturas. Sin embargo, el «corazón» del ensayo se encuentra en el paralelismo entre la teoría de la evolución y el desarrollo tecnológico. Aunque con una diferencia sustancial. Según Arthur, Charles Darwin ha dado un significado «limitado» de la evolución, mientras que con la tecnología nos encontramos frente a una «evolución en sentido pleno». De hecho, Darwin ha explicado las mutaciones de la especie como procesos graduales de adaptación a un ambiente siempre cambiante. Por lo que respecta a la tecnología, digamos, hay ciertos antecesores comunes, pero la diferenciación se produce a través de un proceso de combinación entre lo que ya existe, cosa que no ocurre con las especies vivas. Por esta razón, la tecnología es, ciertamente, una caja negra, pero una vez abierta podemos constatar que está compuesta de muchos sistemas, subsistemas, y bajando, bajando hasta los componentes básicos. Una tecnología responde pues a la jerarquía y a los módulos que intervienen en la fase de su combinación. Uno de los ejemplos que le gustan a Brian Arthur es el del motor a reacción, que utiliza tecnologías ya existentes pero que se combinan entre si para alcanzar el objetivo prefijado. Es en esta combinación que todos los sistemas, subsistemas y componentes sufren una transformación –la innovación incremental sobre la que escriben largamente los shumpeterianos– a fin de que el producto final funcione con respecto a la solución de los problemas para la que estaba pensado. Por lo tanto es central la proyección de «fenómenos en uso», Arthur utiliza también frecuentemente otras figuras y metáforas – cuerpos, dominios, constelaciones – para representar mejor esta «evolución en sentido pleno» de la tecnología. Recursividad del método.  El paso siguiente es desvelar las razones que ligan el desarrollo económico a la economía. Ambas son realidades prepuestas a la resolución y satisfacción de las necesidades humanas: característica común que hace posible su encuentro. Por otra parte, el autor está convencido de que solo se puede hablar de tecnología cuando el prototipo se convierte en un producto que puede mejorar un proceso de trabajo o innovar un «dominio» de producción ya existente. O sea, cuando se convierte en medio de producción o mercadería. La «evolución en sentido pleno» de la tecnología se explica así, en espera de que su «crecimiento estructural» determine la «nueva combinación» entre componentes, sistemas y subsistemas,  que determina, como dice en la entrevista publicada en esta página, no una mejora sino el nacimiento de un nuevo cuerpo de tecnología. Brian Arthur sabe, sin embargo, que cuanto más sofisticada deviene la tecnología más necesaria se hace una intervención adicional de los seres humanos. Distanciándose de los críticos de la ciencia – cita varias veces al estudioso francés Jacques Ellul, conocido por su análisis sobre los efectos deshumanizadores de la ciencia –no cree que las máquinas lleguen a hacer inútil o superflua la intervención humana. Por el contrario, cuanto más evoluciona la tecnología más relevante se hace la aportación humana. Pero, en este caso, no solamente para proyectar nuevas tecnologías, sino como factor indispensable para que la jerarquía en forma de árbol de la tecnología o, mejor aún, su caja negra, pueda ser abierta e innovada continuamente. Una vez desvelada La naturaleza de la tecnología, la atención debe centrarse necesariamente en su modo de producción y en cómo se vuelve cada vez más central la intervención de la cooperación social cuando el prototipo sale de los laboratorios de investigación para entrar en los talleres de la producción. B.V.

 

En su libro, Ud. escribe sobre «la evolución en su pleno sentido» de la tecnología, diferenciándola de la «limitada» que ofrece Charles Darwin para la evolución de la especie…

 

El desarrollo de la tecnología siempre me ha apasionado como argumento. Sin embargo, en mi carrera de estudioso de la economía era un tema que se liquidaba rápidamente solo para afirmar que un país era económicamente más dinámico que otro si favorecía la innovación tecnológica y la investigación científica. También yo estoy convencido de que entre tecnología y economía hay una fuerte interdependencia. Pero para muchos otros estudiosos, la primera puede ser considerada como un factor externo a la economía, si bien positivo. Por el contrario, entre economía y tecnología hay muchos puntos de contacto porque son mundos que responden a una misma lógica: ambos sirven para satisfacer necesidades humanas.

Este es el resorte que me ha empujado a afrontar el argumento. Por lo tanto he partido de un supuesto básico: las tecnologías descienden siempre de otras tecnologías. Una premisa no muy lejana de la desarrollada por los biólogos cuando explican la presencia de algunas especies vivas como descendientes de especies precedentes pero extintas. De aquí la elección de verificar si la teoría de la evolución podía aplicarse al desarrollo tecnológico. Pero he llegado a la conclusión de que entre evolución y desarrollo de la tecnología hay analogías, pero sobretodo diferencias significativas. Como es sabido, para Charles Darwin la aparición de nuevas especies es el éxito de la acumulación de pequeños cambios que han caracterizado la adaptación a un ambiente de los «antecesores» próximos de una especie hasta que, tales acumulaciones, determinan una discontinuidad en la reproducción natural de las mismas. En este punto de disrupción asistimos a un cambio que puede, no obstante, reproducirse a posteriori. Sin embargo, para la tecnología el proceso es muy distinto: la aparición de nuevas «especies» tecnológicas aparece por la combinación de tecnologías preexistentes aunque distintas entre sí. Tomemos, por ejemplo, el teléfono móvil. Si lo abrimos veremos que está constituido por circuitos impresos, microprocesadores, una pequeña pantalla, o sea, por tecnologías preexistentes que se combinan entre sí de modo tal que consiguen resolver un determinado problema: telefonear utilizando como medio de difusión el éter en vez de un ramillete de cables o una fibra óptica. En este proceso de combinación, las tecnologías preexistentes no se extinguen, sino que deben necesariamente innovarse.

 

Usted cita también la tesis de Thomas Khun sobre el cambio de paradigma, una teoría que considera igualmente importante para el desarrollo tecnológico. Para continuar  con las similitudes y diferencias, me parece que su tesis sobre la naturaleza de la tecnología recuerda, sin embargo, las posiciones de los «equilibrios puntuados» y de la especiación de Stephen Jay Gould…

 

Cuando sostengo que las tesis de Thomas Khun sobre el cambio de paradigma pueden venir en ayuda de la comprensión del desarrollo tecnológico, me refiero al hecho de que la afirmación de una tecnología determina un verdadero cambio de paradigma en la solución de un problema específico y que el nuevo paradigma  lleva progresivamente al abandono de otras soluciones a pesar de su calidad. Stephen Jay Gould, por el contrario, se ha ocupado difusamente de los procesos de larga duración que llevan a las especies a adaptarse a un determinado ambiente para mejorar su actuación. También las tecnologías pueden modificarse lentamente, como las especies animales y vegetales. En este caso, los economistas han escrito frecuentemente sobre innovaciones incrementales, pero después, tal como ha establecido Jay Gould con relación a las especies vivas, sucede alguna cosa que determina un cambio repentino, tal como ha ocurrido, por ejemplo, cuando se pasó a los transistores. En este punto, no desaparecieron ni la radio ni la televisión ni las computadoras, pero los transistores cambiaron radicalmente sus tecnologías. Todo ello para decir que quizás los principios de los «equilibrios puntuales» descritos por Jay Gould para las especies vivas valen también para las tecnologías: evoluciones (innovaciones incrementales) durante un largo tiempo y, después, transformaciones radicales, repentinas.

 

Constelaciones, cuerpos, grupos. Palabras que convergen en la definición de «dominio», o sea, el conjunto de tecnologías que una vez combinadas entre sí dan «vida» a una nueva tecnología específica. En este caso el concepto de dominio desplaza la atención hacia las dinámicas que determinan el desarrollo del conocimiento científico…

 

Para introducir la concepción más restringida, sintética, de dominio basta con decir: electrónica, biotecnologías, telecomunicaciones. Términos que indican precisamente un dominio, es decir, una tecnología específica, que no coincide solamente con un instrumento sino también con los conocimientos técnico-científicos necesarios para producirlo. Cuando «nacen» la electrónica, la biotecnología,  las telecomunicaciones, tendemos de hecho a dejar de lado el hecho de que su base descansa sobre una acumulación científica y tecnológica preexistente. Esto sucede porque una vez desarrollado un prototipo no nos encontramos todavía frente a un nuevo dominio. Podemos solamente hablar de dominio cuando la tecnología sale del laboratorio y se introduce en una empresa para innovar el sistema de maquinaria o para convertirse en un nuevo producto a comercializar. Esta tecnología garantizará una hegemonía inicial a la empresa que la usa o la produce; hegemonía que se redimensionará con la fuerte competencia que se desencadenará entre los diversos sujetos económicos. Llegados a este punto podemos empezar a preguntarnos de que manera el dominio en cuestión puede haber facilitado el desarrollo o el declive de algunas economías nacionales. El concepto de dominio me ha servido tanto para enfocar como tiene lugar la combinación de nuevas tecnologías como para analizar la relación que tienen con el desarrollo económico.

 

En torno a este argumento usted utiliza la figura del encuentro. Dos mundos distintos pero condenados a entrar en relación y a influenciarse mutuamente…

 

La tecnología es un medio para resolver problemas. Es este objetivo común el que explica su encuentro con la economía.  Podríamos decir que la economía realiza la función de portero para la tecnología. Es decir, la economía selecciona en la fase de ingreso aquellas tecnologías que pueden funcionar bien para gestionar algunos «nodos». Pero también la economía puede ser considerada como un conjunto de «instrumentos» necesarios para la sociedad. Por lo tanto, no coincide solamente con técnicas de producción sino también con las que se utilizan para la circulación del dinero, o también con la promulgación y la aplicación de las leyes, que pueden, todas ellas, ser  consideradas como tecnologías, aunque especiales. Por lo que respecta a su pregunta, la tecnología y la economía son ciertamente mundos distintos, pero podemos decir que las tecnologías dan vida a la economía, así como que esta última facilita el desarrollo tecnológico.

 

Usted introduce el concepto de economía generativa. ¿Podría explicar este concepto?

 

Hace cincuenta años la economía producía muchos productos, pero basándose en procesos de trabajo precisos y rígidos. Es decir, el desarrollo de la tecnología seguía caminos marcados y difícilmente se salía de ellos. Cuando esto sucedía nos encontrábamos frente al proceso que he descrito anteriormente al hacer el paralelo con las tesis de Stephen Jay Gould.

Actualmente, en cambio, nos encontramos frente a procesos vertiginosos de combinaciones entre tecnologías digitales, genética, telecomunicaciones. Mientras que en el pasado la combinación tenía lugar inicialmente en los laboratorios de investigación, actualmente se realiza directamente en la esfera de la producción. Es por ello que hablo de economía «generativa», es decir de una actividad productiva que no se limita únicamente a generar bienes, sino también a combinar tecnologías directamente para crear nuevos bienes.

 

 

Brian Arthur, nacido en el Ulster, se tituló en ingeniería electrónica en Belfast. Después se fue a los Estados Unidos donde obtuvo un master en economía en la universidad californiana de Berkeley. Después empezó a enseñar, siendo todavía  muy joven, en Standford. Durante muchos años se ha enfrentado a la relación entre desarrollo demográfico y desarrollo económico, hasta dar vida, en el Instituto Santa Fe, junto al Nobel de economía Kenneth Arrow y el nobel de física Philip Warren Anderson, un curso interdisciplinario sobre la relación entre desarrollo económico y desarrollo tecnológico. Los ensayos sobre como la tecnología influencia el desarrollo económico son de este período. «La naturaleza de la tecnología» (ediciones Codice) es su primer libro traducido en Italia.

 

Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga

Publicado en  www.sinpermiso.info

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