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Por Joaquín Urías Últimamente se está poniendo de moda que los dirigentes de los partidos políticos hagan llamamientos a los ciudadanos para que se echen a la calle. La mayoría de quienes se dedican a la política sueñan con masas de ciudadanos apáticos y sin decisión que sólo están esperando una voz de mando y un dirigente para echarse a la calle a apoyarlos. En la política electoral, por la fuerza de las cosas, sólo hay capitanes, nunca marineros. Y esperan que los marineros nos partamos la cara para que ellos manden.

Y que salgan las masas a apoyarnos

Por Joaquín Urías

Se está poniendo de moda que los dirigentes de los partidos políticos hagan llamamientos a los ciudadanos para que se echen a la calle. La mayoría de políticos están convencidos de que existen masas de ciudadanos apáticos y sin decisión esperando una voz de mando (la suya) y un dirigente (ellos) para lanzarse a las calles reclamando justicia. Con este paternalismo menosprecian a la gente. Todos quieren ser capitanes, ninguno marinero.  Pero son unos ilusos si creen que nadie va a salir a partirse la cara por ellos. Si los marineros somos los ciudadanos,  evidentemente no estamos dispuestos a luchar por estos políticos creidos de sí mismos y demasiado hambrientos de votos. Preferimos cambiar las cosas a base de compromiso diario. Y si hay que luchar, que sea por la gente, no por los políticos.


Últimamente se está volviendo a poner de moda que los dirigentes de los partidos políticos llamen a los ciudadanos a echarse a la calle. Como si fueran los ciudadanos, y no los políticos, los que no están en la calle. Cada día aparecen decenas de nuevos llamamientos de este tipo; por los motivos más diversos. En verdad dan voces en el vacio porque nadie salvo sus militantes los lee, o los oye o -peor aún- se lo cree, pero lo siguen haciendo; como si fuera parte del teatro que conlleva el disfraz de político. Seguramente  la mayoría de quienes se dedican a la política sueña con masas de ciudadanos apáticos y sin decisión que sólo están esperando una voz de mando y un dirigente para echarse a la calle a apoyarlos. Lo sueñan despiertos y se creen que ellos son ese lider que los pobres curritos necesitamos.

Si alguien está convencido de una estupidez tan grande no puede ser por mala fe, sino porque en el fondo aún tiene  metida en la cabeza la imagen jerárquica de la sociedad que se inventaron los teóricos del siglo diecinueve. En la época de las grandes revoluciones y el nacimiento de los partidos políticos y del marxismo, esos teóricos detectaron masas inmensas de ciudadanos empobrecidos, ignorantes y sometidos que sufrían las consecuencias de un capitalismo asesino. Eran el proletariado, la gran masa miserable que era el objetivo de cualquier ideología política transformadora.

LleninGIMPa teoría de la revolución se sustenta en la idea de que aún existe esa multitud sufriente y que -gracias a la guía unos pocos propagandistas concienciados políticamente- algún descubrirá la luz y, como masa obrera concienciada, se echará a la calle a cambiar el mundo en pos de sus líderes. Ese era el sueño comunista; el que se plasma genialmente en las películas de Eisenstein donde no hay actores protagonistas, sino anónimos ciudadanos concienciados entre los que gracias a unos pocos se extiende, como una epidemia, la revolución.

Los teóricos marxistas gastaron mucho papel (y bosques) discutiendo cuál debía ser la función de esa vanguardia política que sirviera de guía al resto. Todos estaban de acuerdo en que, con líderes o sin ellos, hacía falta una minoría consciente cuya tarea de agitación despertase a las muchedumbres sometidas, y los militantes políticos se atribuyeron esta tarea. El modelo socialista de partido político caló en la sociedad y fue copiado por todos. Con el tiempo en las sociedades con democracia electoral se instaló un modelo de partido de pocos militantes y millones de votantes. Es el momento del auge de la ficción de la representación. Parece que es intrínseco a este sistema el que los militantes políticos acaben creyéndose que realmente existe aún todo un pueblo ignorante que vive a la espera de sus ideas, de sus indicaciones o de sus órdenes. Dispuestos a salir detrás suya cuando llegue el día.

No se dan cuenta, en primer lugar, de que la inmensa mayoría de los ciudadanos vota con resignación; porque no hay más remedio que elegir a alguno de los que hay. Pero con una desconfianza profunda hacia ellos y, desde luego, sin ninguna ilusión por sus siglas. Así que poca gente hay dispuesta a seguirlos.

Pero tampoco son conscientes del mundo en que vivimos hoy. La sociedad actual ha cambiado mucho respecto a la de hace dos siglos. En los países “desarrollados”, si existe una masa oprimida, desde luego que no es iletrada y que la explotación se articula esencialmente a través del consumo. Los consumidores, impelidos a rodearse de comodidades supuestamente imprescindibles y a entregar sustanciosos intereses a los bancos, tienen algo de muchedumbre sometida, pero no son ignorantes ni es posible tratarlos con el paternalismo  de los políticos tradicionales.

Pese a esa evidencia, cualquier búsqueda rápida por Internet muestra centenares de llamamientos a la ciudadanía cada semana. El tono, siempre es el mismo: “la cosa está fatal y llamamos a todos los ciudadanos a que salgan a la calle”. Oiga. ¿Quién me llama? ¿los partidos políticos? Resulta muy extravagante. Se presentan a las elecciones para ser ellos quienes dirijan la sociedad, para ejercer poder sobre los demás y aún esperan que las multitudes se echen a la calle a apoyarlos. Son unos ilusos y encima demuestran no poca prepotencia. A fin de cuentas quieren ser los jefes y nos piden que nosotros, que seríamos los indios, salgamos a la calle a dar la cara por ellos. ¿Estamos locos o qué?

Por si no fuera bastante con los partidos de siempre, en las próximas elecciones se prevé un aluvión de partidos nuevos. De todo tipo, pero todos intentando presentar imagen de radicales. Son aspirantes a políticos (o sea, a mandar) decididos a pescar algo en las aguas revueltas del desencanto con los partidos tradicionales, e incurren en el mismo error iluminado de creer que la gente se muere por apoyarlos para que manden. Estos son los que más llamamientos hacen a que la multitud de ciudadanos cierre filas detrás suya, y se deje mandar complacida. Y que los voten, claro.

Todos quieren mandar, todos quieren un cargo pero ninguno se pringa en iniciativas realmente decididas a la transformación social cotidiana, sin tanto paternalismo. En una sociedad avanzada, donde el nivel cultural aumenta de modo lento pero constante y donde pese a agujeros de la sociedad del bienestar se están implantando las nuevas tecnología, hace falta más trabajo en red, más luchas concretas, y menos protagonismo. Las masas no van a salir a la calle para apoyar a cuatro candidatos que se ofrecen como capitanes. La masa, si existe, necesita articularse en multitud de luchas cercanas, útiles y compartidas. No es el momento de alternativas electorales que son más de lo mismo, aunque sea con distinto collar, sino de iniciativas que no buscan los votos, sino la transformación.lb_political_parties

La única política con futuro, seguramente, es la que se hace desde abajo y para abajo. Grupos que intercambian ideas y se organizan entre sí para distintas batallas; pequeñas y grandes. Da igual que sea porque construyan una biblioteca, para que no tiren un barrio, en apoyo de una activista en huelga de hambre, para frenar un ERE en una empresa, contra la guerra o por la conciliación laboral. La gente organizada dentro del sistema y  sin ambición de ser alcalde o diputado son las masas actuales. Son los grupos difusos que trabajan en red los que están cambiando la sociedad: los que frenan la guerra, crean conciencia medioambiental o consiguen la igualdad de género. Los políticos electorales se limitan a ir detrás, recogiendo lo que pueden del trabajo de estos grupos y obsesionados con arañar votos, no con cambiar las cosas.

Estos políticos a la antigua, que se nos ofrecen como alternativa y nos llaman a luchar por ellos, se van a quedar evidentemente solos en sus llamamientos. Esperan ver acercarse una multitud que subirá las alamedas enarbolando banderas rojas, verdes o amarillas pero en lugar de ello sólo llegan montones de amigotes con el carnet del partido en la mano. Como ellos.

Un comentario

  1. Joaquín, en lo que expones hay parte de razón: no se puede, o debe, estar pidiendo por parte de los representates políticos a la ciudadania que apoye con su presencia en la calle las propuestas que hagan al calor de la crisis, actualmente, o de cualquier contingencia, sin darle un protagonismo más amplio y duradero en el tiempo. Sin embargo depende de quien y en que circustancias se haga el llamado la gente sale a la calle o ha salido: la derecha defendiendo sus posiciones antiabortistas por ejemplo. Los sindicatos en momentos de grave agresión a los derechos de los trabajadores suelen tambien conseguirlo, ojala lo veamos el 23 de Febrero para rechazar el retraso de la jubilaciones que plantea el Gobierno. No hace muchos años como ejemplo de ello, hubo grandes movilizaciones contra la guerra en Irak. Es verdad que cuando la convocatoria es clara y evidente en la propuesta y enlaza con el sentir ciudadno, quien la convoca tiene exito entre sus bases electorales y entre ciudadanos concienciados, que son la mayoría claro esta. Hoy todos tenemos conciencia sobre lo que sucede en el Mundo y en ocasiones transciende a la calle, pero es verdad que hay un descredito hacia la Política y los políticos y ello se traduce en un cierto divorcio entre la calle y el Parlamento, pero no creo que funcione unilateralmente: responsables los políticos. La calle, la ciudadania tambien es responsable en la medida de que abominan muchos de ellos de la «política» confundiendo que una cosa es la preocupación por lo que nos atañe diariamente: paro, crisis económica, corrupción, guerras, etc y otra la representación Política de la Ciudadanía a traves del Parlamento.El ciudadano todavía no asume que Política es sencillamente participar de las preocupaciones sobre lo que nos ocurre ¿Hasta que punto falta pedagogía desde la llamada clase politica hacia los ciudadanos? Pues si, hay que plantearlo. Como la falta de alternativas concretas y la deamogogia que practican en muchos casos determinados politicos en el momento de dar respuestas a los graves problemas que esta originando la crisis econónica actual. La derecha oculta que la cris económiva actual tiene un garve componente especulativo financiero y que procede en gran medida de la falta de control democratico sobre los movimientos de capitales y que la alternativa pasa a medio plazo por un cambio profundo de las reglas en las que se mueven los marcados financieros y de un cambio del modelo productivo. Ellos lo callan, por tanto no todos son iguales y el problema muchas veces es la falta de representación adecuada de aquellos partidos politicos que desde la izquierda y el ecologismo plantean otra politica, otra económia. Claro, hay michos ciudadnos que siguen pensando en la dificulatad «objetiva» que otros partidos que no sean los «grandes» (PSOE-PP)puedan intervenir en los cambios profundos que se necesitan: entre otros hacer de la Política un acto cotidiano , participativo y con posibilidad real de intervenir en la realidad social y económica.
    Es verdad que aquellos partidos de revolucionarios profesionales que dirijan la Revolución han pasado a la historía,que la Izquierda hoy día es mucho más plural, laica y participativa, al menos en sus presupuestos teóricos, pero no es menos cierto que los ciudadnos les dan la espalda ¿porqué?. Quizas estan demasiado atados a viejas practicas endogamicas y les cuesta renovarse y salir de la interiorización en la que viven la realidad de la sociedad a la que pretenden movilizar. Pero, incluso hasta en los partidos más pequeños su actitud no es la de suplantar a la ciudadanía con viejos y aguerridos agentes revolucionarios a la vanguardia del proletariado. La realidad partidaria actual es diversa y contradictoría y en la respuesta ciudadana tambien: hay partidos con un gran número de militantes, tanto en la derecha como en la izquierda, como otros que han perdido parte importante de sus militantes por mor de sus fracasos electorales y la falta de expectativas de las que adolecen. No porque lo hagan mal, aunque posiblemente no lo habran hecho del todo bien, si no porque el ciudadano huye de aquellas fuerzas polítricas que parecen abocadas siempre a no obtener una representación electoral adecuada, por lo que nos obliga, que duda cabe, a plantearnos tambien la realidad inobjetable que resulta nuestra realidad política, nuestro sistema politico representativo basado solo en agrupaciones y partidos politicos que se presentan para recaudar votos en los procesos electorales. ¿Hay que cambiar el sistema? ¿Todo o parte, mejorandolo?. Ese es otro debate, porque como bien dices la ciudadanía hoy esta más informada que nunca y sabe, o se le presupone que sabe, como nunca el origen y el porque de la cosas, aunque sinceramente no estoy plenamente convencido:disponemos de más información que nunca hemos tenido y en tiempo real, pero la capacidad de manipulación, en ocasiones por exceso de información sesgada y manipulada, cuando no banalizada, es superior, gracias a las nuevas tecnologías, de la que hemos tenido en tiempos anteriores.
    Hay muchas cosas que matizar y debatir, pero algo, o mucho, de lo «antiguo» seguira haciendo falta renivado y puesto al día. Siempre ha sido así a fín de cuentas, solo que el presente y el futuro hay que recrearlo y formarlo desde el pasado y posiblemente seguiran determinadas formas de representaci´n política existiendo junto a otras que van o iran surgiendo desde la sociedad de la información, pero sin sacralizarlas y sin renegar de todo lo viejo.
    Ciudadanos y Políticos estan obligados a compartir la ingente tarea de cambiar este mundo, esta sociedad y comenzar a dar pasos firmes en la dirección de otro Mundo Posible solidario y sostenible. Politicos y Ciudadanos, que hemos de ser TODOS, con las necesarias y convenientes formulas de representación y acción que decidamos darnos para logralo.

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