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Tengo la impresión que el título de este artículo es provocador. ¿Verdad? Hace una par de años escribía un texto titulado "Mensaje en una botella", una llamada a la acción política para no dejar la política en manos de depredadores, temperamentos mesiánicos o berlusconis de turno.

Contra los ataques a «la clase política»

Mario Ortega / Tengo la impresión que el título de este artículo es provocador. ¿Verdad? Hace una par de años escribía un texto titulado «Mensaje en una botella», una llamada a la acción política para no dejar la política en manos de depredadores, temperamentos mesiánicos o berlusconis de turno.

Todavía no había ocurrido el 15M, ni nadie lo predijo. Pero la desafección por la política y por las instituciones democráticas era ya muy alto. Llegó ese día. El día de la efervescencia. A pocos días del mismo publiqué «Descubrimiento, ensayo general y emergencia política.» Me parece que acerté el pronóstico.

Hemos entrando aceleradamente en el tercer estadío, el proceso decisivo de la emergencia. La victoria del PP, hace tan solo diez meses, ocultando su faz nacional-católica y de derecha económica recalcitrante, nos está llevando vertiginosamente a la catástrofe social y política de lo que ellos llaman España.

Pero las cosas no suelen ocurrir porque sí. Más allá de si las causas son una o múltiples, lo que ocurre no es más que el resultado de un proceso metódicamente planeado por los factotum del neoliberalismo económico. La etapa del capitalismo globalizado y financiero en la que vivimos no puede consolidarse con democracia. El objetivo neoliberal es destruirla, y estaba en su agenda desde el origen.

La democracia se sustancia en los procesos y las normas, en la existencia de partidos políticos y por tanto, en las personas que deciden participar activamente en ellos, no puede ser de otro modo porque nadie puede atribuirse la representación del «el pueblo» simplemente por acudir a las asambleas de calle o a rodear congresos. Esas personas políticas que ahora se desprecia con generalizaciones flagrantes en las redes sociales, el mundo virtual y los bares de clase obrera.

Porque en los clubes de élite se desprecia directamente a la izquierda, a los sindicatos y a toda organización social que se mueve contra el cáncer establecido y su metástasis. En esos lugares se tiene claro que el poder y la modificación de las claves del poder se obtiene electoralmente (siempre que se pueda votar), por eso la derecha vota a golpe de fanfarria y con pose de desfile militar, arrastrando por efecto Venturi a toda la masa que se apunta al carro del desprecio de la política, los partidos y las instituciones.

Por este camino la derecha, porque la derecha existe, ya lo hemos dicho muchas veces, se frota las manos y despliega una amplia sonrisa a punto de convertirse en una gran carcajada que diga misión cumplida, la democracia es nuestra, metámosla en nuestras incineradoras de residuos.

No, amigas y amigos lectores, la culpa no es de la clase política, salvo que queramos autoinculparnos directamente como ciudadanas y ciudadanos, como cuerpo electoral, y nos llamemos directamente ignorantes. Porque esa clase política está ahí por la dejación de nuestro papel político, por abandonar la patria de lo colectivo y entregarla sobre la espuma de los días a los gestores del consumismo y el productivismo.

¿Hay que recordar que cuanto más corrupto ha sido un alcalde más votos se le han entregado, mientras podía repartir las migajas de los convenios urbanísticos para que la banca acumulara capital-ficción? ¿Hay que recordar cómo nos hemos plegado a las redes del clientelismo político mientras las administraciones eran gestoras de subvenciones? ¿Hay que recordar que «la izquierda» ha consentido y participado en el festín? ¿Hay que recordar cómo hemos entregado faústicamente el alma?

Aún con eso, miles de concejales y parlamentarias y parlamentarios electos han resistido la tentación de la pomada monetaria, viendo cómo perdían apoyo porque «todos son iguales» una frase hecha muy anterior al problema de «la clase política.»

Para derrotar a la derecha necesitamos fortalecer ideológicamente a la izquierda y para eso necesitamos constituirnos masivamente en «clase política.» Solo si somos más evitaremos el desastre.

Lo siento, pero no consiento la acusación generalizada, detrás de ella está primero el bipartidismo, después el mono partidismo y finalmente el fascismo.

Es el argumento de la derecha española para anular municipios, reducir concejales y modificar leyes electorales para hacerse dueña y señora del poder, disminuyendo la capacidad y diversidad de representación ideológica.

Ojo con confundir izquierda con desprestigio de la política, eso es derecha, ergo PP y UPyD como mínimo.

2 Comentarios

  1. Gracias cascabel de cazadores.

  2. Interesante artículo, que me ha recordado algunos párrafos de La rebelión de las masas. Te cito un par de ellos, para que veas que de lo que ahora se habla es viejo como el sol:

    «Por eso, lo «nuevo» es en Europa «acabar con las discusiones», y se detesta toda forma de convivencia que por si misma implique acatamiento de normas objetivas, desde la conversación hasta el Parlamento, pasando por la ciencia. Esto quiere decir que se renuncia a la convivencia de cultura, que es una convivencia bajo normas, y se retrocede a una convivencia bárbara. Se suprimen todos los trámites normales y se va directamente a la imposición de lo que se desea. El hermetismo del alma, que, como hemos visto antes, empuja a la masa para que intervenga en toda la vida pública, la lleva también, inexorablemente, a un procedimiento único de intervención: la acción directa»

    «Se dice que las instituciones democráticas han caído en desprestigio. Pero esto es justamente lo que convendría explicar. Porque es una desprestigio extraño. Se habla mal del Parlamento en todas partes; pero no se ve que en ninguna de las naciones que cuentan se intente su sustitución, ni siquiera que existan perfiles utópicos de otras formas de Estado que, al menos idealmente, parezcan preferibles. No hay, pues, que creer mucho en la autenticidad de este aparente desprestigio. No son las instituciones, en cuanto instrumento de vida pública, las que marchan mal en Europa, sino las tareas en que emplearlas. Faltan programas de tamaño congruente con las dimensiones efectivas que la vida ha llegado a tener dentro de cada individuo europeo.»

    Bolchevismo y fascismo aguardan, como vampiros en los sotanos de la historia, que sangre fresca e ignorante les alimente.

    El principal problema no son los partidos políticos sino nuestros partidos políticos.

    Te dejo un enlace por si quieres abundar en el tema:

    http://unalatadegalletas.blogspot.com.es/2012/02/ortega-y-la-rebelion-de-las-marcas.html

    Un saludo

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