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La conexión entre poder político y la estructura económica en la escala continental: una alternativa de transición

Rafa Rodríguez

 

  1. Una crisis global

La crisis sanitaria, económica y social que está provocando esta pandemia es global sobre todo porque la estructura económica básica es global pero no hemos podido contenerla porque la estructura política básica es local. Es el desequilibrio fundamental que también provoca que no estamos pudiendo resolver el cambio climático, las desigualdades o las guerras. (ver https://www.paralelo36andalucia.com/mas-alla-de-la-pandemia-ideas-para-un-nuevo-horizonte/).

Esta contradicción se ve amplificada de manera dramática con esta crisis sin precedentes que prácticamente está afectando a todos los sectores y a todos los países.

Los Estados están adoptando, en su mayoría, medidas imprescindibles para frenar la pandemia, así como medidas sociales para paliar los efectos del confinamiento y mantener los puestos de trabajo, que implican un fuertísimo impacto sobre las economías.

Lo que vaya a pasar cuando acabe la situación de emergencia sanitaria se está configurando desde ahora. No se trata en sentido literal de una reconstrucción porque cuando todo acabe nada volverá a ser igual, sino de un cambio estructural cuya orientación está abierta y que, en todo caso, va a generar una nueva época de conflictos, pero también de consensos.

Se pueden, por ejemplo, consolidar nuevos consensos en la opinión pública en torno a tres evidencias que nos muestra la crisis de esta pandemia:

  1. El peligro de los riesgos globales,
  2. la importancia de tener un potente sector público para que nos proteja frente a ellos,
  3. pero también las limitaciones del Estado frente a las amenazas globales.

 

  1. El ocaso de la ideología neoliberal

Consolidar estos consensos en la opinión pública internacional implica la derrota de la ideología neoliberal.

La percepción de que es necesario invertir lo necesario para mantener unos servicios públicos potentes y de calidad, sobre todo de la sanidad, es algo que está interiorizando de forma generalizada la ciudadanía, dándole la espalda a los mensajes neoliberales de hacer pasar por eficaz su privatización. Es impensable que después de esta pandemia la ciudadanía renuncie a los servicios públicos esenciales y que, incluso, no se rebele ante cualquier intento de recortar las inversiones en la sanidad pública.

Es un refuerzo de la importancia de la idea de que los servicios públicos son los garantes de nuestra seguridad frente a la inseguridad que provoca su mercantilización.

Es más, la solidaridad como idea fuerza, y como constructora de la comunidad y sus instituciones, está siendo la base social sobre la que se está sustentando la lucha contra la pandemia. Nadie se atreve a cuestionar, ni los más neoliberales, que no se puede dejar a nadie atrás.

El neoliberalismo estaba ya en declive porque la globalización había entrado en crisis, incluso había derivado en muchas partes en opciones autoritarias, pero la respuesta comunitaria a esta pandemia está pulverizando su marco ideológico.

 

3.      La desarticulación de las cadenas globales de suministro, producción y distribución

La crisis de 2008 mostró cómo la globalización, sustentada sobre la especulación financiera global, su estructura básica, generaba un sistema altamente inestable. Durante estos años se han agravado además los enormes problemas a los que se enfrenta la humanidad, desde el cambio climático hasta el aumento de la desigualdad, el aumento de los autoritarismos o la precarización de las condiciones de trabajo, para los que el neoliberalismo carecía de alternativas claras para su solución.

Ahora, una consecuencia de la pandemia es que las cadenas globales de suministro, producción y distribución, que tienen como polos nucleares a EE.UU. y China. y que constituyen la segunda estructura básica de la globalización, se han desarticulado.

El coronavirus está atacando por fases territoriales. Primero China, luego Europa, EE.UU. y no sabemos cuáles van a ser su intensidad en India, África o América Latina.

China ha reaccionado con eficacia frente al virus, pero es un Estado autoritario con múltiples contradicciones internas que difícilmente puede mantenerse sin un fuerte crecimiento. EE.UU. por el contrario no está reaccionando con eficacia por las erráticas decisiones de Trump y carece de un servicio público de salud que pueda ser considerado como tal. Esta vez no hay ninguna posibilidad de Plan Marshall, al contrario, la mayor vulnerabilidad viene precisamente desde el centro neurálgico del sistema. El sistema de cadenas globales implica que, si falla una pieza, falla todo el sistema, por lo que no se pueden hacer lecturas de suma cero, es decir que si pierde uno gana otro. Aquí pierden tanto EE.UU. como China.

 

  1. Las instituciones internacionales no tienen capacidad de intervención

Ha sido llamativo el bloqueo de Naciones Unidas (NN.UU.) durante este periodo por su ineficaz diseño institucional agravado por el enfrentamiento en el Consejo de Seguridad entre EE.UU. y China, dos de los cinco miembros permanentes del Consejo.

Este bloque no solo ha impedido cualquiera acción coordinada a nivel global contra la pandemia, sino también ha afectado a la respuesta coordinada de la OMS que es un organismo dependiente de NN.UU. que, a pesar de contar con especialistas altamente competentes, carece de capacidad real de acción autónoma.

 

  1. El problema de la deuda

La globalización ha utilizado el endeudamiento público y privado como motor del crecimiento. En 2019 las deudas agregadas globales superaban los 255 billones de dólares, más del triple que el peso total de la economía mundial. Casi la tercera parte de estas deudas pertenecían a las empresas no financieras (74,2 billones de dólares), mientras que los dos tercios restantes se reparten entre los Gobiernos (70 billones), la banca y otros entes financieros (63 billones) y los hogares (48 billones).

Una de las consecuencias de la crisis de 2008 fue el trasvase de deuda privada a deuda pública: 8 de cada 10 países tienen ahora una deuda pública más alta que antes de la crisis de 2008 y Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Francia, Italia y España han incrementado la deuda pública en 40 puntos porcentuales del PIB o más, desde entonces.

En este contexto los Estados tienen que hacer frente durante un periodo de tiempo, que aún desconocemos su duración, a un aumento exponencial de los gastos sociales para reforzar los servicios públicos, en especial los sanitarios, que estaban además afectados por los recortes de las políticas neoliberales que muchos gobiernos han aplicado tras la crisis del 2008, y para compensar el desempleo masivo que están causando las imprescindibles medidas para frenar el coronavirus. Al mismo tiempo, los Estados sufren una caída en picado de los ingresos públicos como consecuencia del parón en la actividad económica.

En este contexto de endeudamiento, aumento de gastos, necesidad de reforzamiento de los servicios públicos y caída de los ingresos, los Estados se van a enfrentar a un aumento de las demandas que no van a poder satisfacer porque van a carecer de recursos.

 

  1. Un horizonte abierto

Las soluciones a las amenazas de nuevas pandemias globales y también a la destrucción del medio ambiente, el clima, el hambre o la seguridad de los migrantes, van a depender de cómo se pongan las bases desde ahora para el mañana después de la pandemia, cuyas consecuencias nos obliga a repensar la articulación territorial de la economía y de las instituciones políticas.

 

7.      Acercar la conexión entre poder político y la estructura económica

El horizonte de una salida progresista a la crisis es acercar la conexión territorial entre poder político y la estructura económica, hoy en escalas muy distantes: mientras que la estructura económica básica es global, la estructura política básica (los Estados) tienen una escala local. Por ello, la dinámica que debe subyacer en toda política progresista es reducir las escalas económicas y aumentar las políticas.

 

8.      Una nueva institucionalidad pública global

La conmoción global que está generando esta pandemia obliga a un fortalecimiento de las estructuras públicas globales como un elemento clave para las reformas estructurales del mundo postpandemia: un nuevo Bretton Wood que reorganice y dote de eficacia a las organizaciones internacionales comenzando por NN.UU. para asegurar, en primer lugar, que los recursos mundiales para luchar contra la enfermedad lleguen a todas las partes del planeta, para luchar contra el aumento de la pobreza y la desigualdad territorial y para reorganizar la economía mundial.

 

9.      La continentalización de las estructuras económicas

La desarticulación de las cadenas globales de suministro, producción y distribución es, en el terreno político y económico, una de las consecuencias más trascendentes de la pandemia, no solo porque no van a poder reconstruirla fácilmente sino porque se ha comprobado que esas estructuras nos ponen en una situación de vulnerabilidad ante cualquier crisis global dada la imposibilidad de regulación y control público a lo que se añade la distancia que las hace incompatible con un proyecto de transición ecológica y la dependencia a la que somete a todos los territorios sin excepción.

Estas estructuras son el soporte del poder económico privado global y están interconectadas con el sistema financiero especulativo de la globalización.

La escala continental como eje de conexión entre el poder público y privado puede constituir un nuevo consenso de reequilibrio. El ocaso del neoliberalismo facilita esta dinámica. Fortalecer el control del poder público sobre el privado en la escala continental permitiría una gestión de la deuda pública global de forma que se pudiera evitar movimientos especulativos en las subidas de las primas de riesgos e incluso conseguir la condonación de las deudas que sean imposibles de pagar.

Y no se trata solo de la Unión Europea. En América Latina y África la crisis muestra cómo la forma en la que están integrada en la economía global las hace dependientes y vulnerables. En África el comercio intracontinental solo supone entre el 15 y el 20% y en América latina está en torno al 30% (frente al 60% en la UE). África busca fórmulas para acelerar un mercado común y depender menos del comercio exterior con el objetivo de enfrentarse a la crisis económica. La AFCFTA (zona de libre comercio africana) y la Nueva alianza para el desarrollo de África son instrumentos que están cobrando una nueva dinámica para enfrentarse a la pandemia el día después y en América latina la CEPAL está desarrollando propuestas para la una nueva hoja de ruta de acercamiento entre los países latinoamericanos (ver https://www.paralelo36andalucia.com/america-latina-frente-a-la-crisis-del-coronavirus-reactivar-la-integracion-regional/).

Reducir la escala de las estructuras básicas económicas de forma que puedan tener espacios comunes con el aumento de la escala de las estructuras políticas, permitiría un salto cualitativo de las dinámicas democráticas, disminuir la vulnerabilidad al aumentar la capacidad de autonomía de los territorios y reconducir los sistemas financieros y monetario, y, por lo tanto, establecer un marco general favorable para la transición ecológica, económica y social.

 

(*) Imagen de la artista plástica argentina Elisa Insúa

Un comentario

  1. 33 Si bien la cantidad de referencias textuales introducidas sobre Poulantzas pueden resultar algo desmedidas, decidimos exponerlas en tal volumen y forma para que se pueda dimensionar con mayor detalle los trazos especificos de la ruptura teorica que acomete Castells desde 1983 hasta principio del presente siglo al conceptualizar la relacion entre poder, economia y sociedad. Exhibido el conjunto de los materiales de nuestro analisis, y observado, entre otras cuestiones, el tenor del contrato que establece Castells con Marx, sera de aqui en mas tarea del lector dimensionar los alcances y la validez de nuestra critica. El lector interesado en el autor tendra que resolver mas temprano que tarde en que medida las argumentaciones expuestas resultan suficientes para rechazar completamente la sociologia del poder y la sociologia economica de nuestro autor en tal periodo. No faltaran quienes consideren, con todo derecho, que los hallazgos de nuestro estudio, por mas criticos que resulten en relacion a la obra del autor, pueden ponerse al servicio de un plan de recuperacion de la teoria del poder de Castells. En tal caso no bastara con desear tal proyecto de renovacion. Habra que investigar como, y luego intentar actuar, paso a paso, con amplitud de fundamentos.

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