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La oreja de Equo y las multitudes inteligentes

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 Francisco Garrido.04/09/2011.Hace ya algunos meses que en este mismo lugar hablábamos de las  ideologías zombis de la modernidad: muertos vivientes vagando  en busca  de carne fresca. Lo que hoy vemos  de la izquierda socialdemócrata (PSOE) y de la izquierda comunista (IU) no son ya sino los zombis de  cuerpos políticos e ideológicos que un día estuvieron  vivos y activos. La izquierda como cultura política de la igualdad y la libertad sigue más viva que nunca  pero alguna de sus encarnaciones históricas hace ya tiempo fenecieron.

 El mundo que ahora se cae a pedazos no es sólo el de los liberales,  es también el mundo de esa izquierda que creyó que el crecimiento era infinito y que la igualdad (socialdemócratas) o la libertad (comunistas) no eran asuntos centrales en la agenda de la transformación social. Desde los años sesenta del pasado siglo ha habido decenas de expresiones y movimientos sociales y políticos de contestación y ruptura  con esta izquierda capitalista (socialdemócrata) o autoritaria (comunista).Los “disidentes del crecimiento”, como los llamó Habermas, comenzaron buscando y practicando cambios en la vida cotidiana (sexualidad, consumo, urbanismo, arte, salud), en las relaciones  inmediatas de dominación (género)  o en la denuncia del militarismo y del intercambio desigual. De esta búsqueda de “nuevas gramáticas vitales”  fueron surgiendo alternativas políticas difusas cuya convergencia se ubico entorno a una  nueva cultura civilizatoria centrada en la ecología política.

La novedad  antropológica radical que la ecología política supone esta hoy, todavía, políticamente inaudita. De esta, hasta el momento, conocemos más su dimensión categorial (cognitiva), que su dimensión hipotética (pragmática). Las urgencias de la crisis, desgraciadamente, van a poner a prueba  la  puesta a punto de esa  desconocida  dimensión pragmática,

Pero  que nadie se confunda, la ecología política no es la ideología de un partido, por muy verde que esta sea, sino una nueva cultura civilizatoria que va mucho más allá  de las contiendas electorales, aunque las presuponga. En este momento de crisis civilizatoria  global la ecología política  esta llamada a dar un paso adelante y  asumir y  asumirse como uno de los agentes  de la inteligencia general de la especie. Estamos  a las puertas de  procesos revolucionarios que cambiaran, para bien o para mal, el mundo que conocíamos; en este horizonte y en este contexto debemos ubicar el nacimiento y los objetivos de Equo.

La fase  actual  del desarrollo científico y tecnológico, las potencialidades creativas  y destructivas de nuestro tiempo, la experiencia  política  revolucionaria  acumulada en los dos últimos  siglos y los riesgos sistémicos  a los que nos enfrentamos dibujan un nuevo sujeto del cambio. Un sujeto  que es más específico que hipostático, más colectivo que partidario, más difuso que centralizado, más común que burocrático, más cooperativo que agonístico: las multitudes inteligentes. La crisis  ha redirigido el excedente cognitivo de estas multitudes hacia la acción  crítica y el sabotaje, y con ello ha inaugurado una nueva topografía de la cooperación y la rebelión  social.

   Y es en este nuevo magma ideológico y cooperativo donde Equo tiene sentido, no en coaliciones electorales, ni en la organización de un partido político al uso. Estos instrumentos y estrategias  pudieron ser útiles  cuando la sociedad  civil vivía bajo la anestesia del consumismo; hoy tocan tiempos distintos,  tiempos  de “pasearnos a cuerpo” y “mostrar que pues  vivimos anunciamos algo nuevo” por decirlo con los versos, recuperados  por el 15-M, de Celaya.

No se puede dividir lo que nunca ha estado unido, como no se pueden divorciar los que nunca han estado casados,  y la izquierda zombi nunca ha estado en el espacio de la ecología política .No vale decir que todos somos anticapitalistas por que en ese club caben opciones mucho peores que el capitalismo liberal. La izquierda tradicional  ha tenido múltiples oportunidades de haber realizado esta transición pero la anorexia  ideológica e intelectual, la corrupción y la profesionalización de la política han frustrado todo los intentos. Muchos y muchas de nosotras hemos hecho esfuerzos ímprobos por que esa transición se efectuara; los resultados, lamentablemente, están tan lejos de nuestros deseos como de las necesidades históricas. La apuesta por la  modernización ecológica, que implicaba la autotransformación de la izquierda,  era la última oportunidad de un cambio no doloroso: no ha sido posible La izquierda zombi  ha demostrado su incapacidad para aprender de lo que la  experiencia  histórica y la ciencia nos han enseñando. Sólo la aparición de movimientos sociales y de opciones políticas nuevas puede forzar el cambio en esa izquierda anquilosada. Cambio que es, sin lugar a dudas, necesario y conveniente. Pero la mejor forma que tiene Equo de contribuir a la reconversión ecológica  de la izquierda es precisamente emergiendo como fuerza política nueva y autónoma.

 

En la era biopolítica, en la que ya vivimos,  están surgiendo nuevas formas de organización social. De los primitivos partidos  de clase de la primera industrialización se paso a los partidos de consumidores (partidos empresa) en el periodo, ahora moribundo, del consumo de masas; hoy en plena crisis y en plena revolución tecnológica alumbra una nueva forma de organización política: el partido de las multitudes y de la inteligencia colectiva. La oreja de Equo, esa enorme oreja que se ha paseado este verano por las playas de Cádiz, haría bien en  estar mucho mas  atenta a la creatividad  social que brota de aquí y de allá, que a  las demagógicas requisitorias de los náufragos del productivismo.

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