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La ultraderecha inexistente

belen esteban

 

Concha Caballero.El País.09/04/2011.

En teoría, en la senda de la democracia, no hay vehículos conduciendo a contramano. Solo algún despistado ocasional, algún loco que ejerce por libre y que comete excesos. Sin embargo, a la vista de la recopilación que Jose María Izquierdo ha realizado, no solo hay mucha ideología ultraderechista circulando en las autopistas de la comunicación sino que tiene su propio código de circulación y su hoja de ruta.

En primer lugar, para esta nueva ultraderecha mediática el ejercicio democrático del poder de cualquier otra fuerza que no sea el PP, es una «suplantación, falsificación, pucherazo o directamente golpe de Estado». Todos comparten, por ejemplo, que Zapatero ganó las elecciones por «un choque de trenes» o por «un atentado que se perpetró para echar al PP del poder y cambiar radicalmente la historia de España». El poder, de forma natural, pertenece a la derecha y la izquierda solo lo ejerce como anomalía histórica.

No, no existe la ultraderecha pero mantienen una idea de España como unidad de destino en lo universal y los nacionalistas les parecen «indeseables, canallas, ratas, pendejos o energúmenos». Creen que la «mitad de la población de Euskadi es terrorista», Cataluña, «un horror»; y que la izquierda «tiene un 80% o 90% de coincidencias ideológicas con ETA», por eso estampan su sello en la cara de Zapatero. No se consideran racistas, no, pero los indígenas latinoamericanos como Evo Morales les resultan lo «más parecido a un chimpancé» y la celebración de una Conferencia Africana les recuerda «a los negritos de la canción del Cola Cao». Cualquier atisbo de solidaridad es altamente sospechosa y denuncian que España se ha llenado de ONG que son el hábitat natural de «los pijos, los caraduras, gilipollas y gorrones».

Son radicalmente antifeministas, aunque tienen su altarcito de devoción dedicado a Esperanza Aguirre o a Rita Barberá. El resto de las mujeres políticas son «feas y vociferantes», a excepción de Carme Chacón, que aceptan «como animal de compañía», y de Leire Pajín, a la que denigran como «actriz porno, de las depravadas». No se privan de comentar «el culo respingón» de tal o cual ministra aunque en general creen que las mujeres de izquierdas son «tiorras, desorejadas o monstruas», incluidas las hijas del presidente, «unos callos horrorosos». Consideran que la igualdad de género es una estafa y que hay «un millón de hombres procesados que son víctimas» de la venganza de estas «arpías sin compasión». No están tampoco, a respetar a «la panda de homosexuales», «abreculos» o «sebosos» que son los verdaderos enchufados de la democracia.

No. No existe ultraderecha pero estos conductores de masas consideran el franquismo como un régimen de «lo más normal», una época de paz que además «era divertida y libre». Les enerva la Ley de la Memoria Histórica e invocan la cruz y la espada para cerrar la puerta del pasado. Incluso añoran los usos del franquismo en los que la iniciación sexual se hacía «follándose a la criada», como debe ser, y no con manuales de «mapachichi«.

Nos preciamos en nuestro país de no tener una ultraderecha con presencia política, pero sus consignas ocupan metros cuadrados de periódicos y horas completas de programación, con un lenguaje ante el que palidecen las ultraderechas francesas u holandesas. Incluso, inocentemente, agradecemos al PP que haya absorbido a los militantes de la extrema derecha española. No nos damos cuenta de que el coste, quizá, es que veamos a algún destacado ultraderechista sentado en el Consejo de Ministros o dirigiendo los medios de comunicación públicos. Nos reímos de su frikismo, pero, como dicen en las redes juveniles, «no te rías de un friki porque puede ser tu próximo jefe». No son pocos ni están locos. Sirven a su señor. Sería mejor que salieran a la escena pública y que el PP aclare su relación con ellos, definitivamente.

2 Comentarios

  1. Juan Luis Blanco

    Es que la dercha mediatica no es la que esta indicando el camino que la supueta derecha democrática debe seguir. No a la ley de Memoria Historica apoyada por el PP. Neoliberalismo económico incluido en el programa del PP, privatizicón de los servicios públicos, solo hay que ver Madrid y Valencia donde el PP esta privatizando educaión y Sanidad, y que los señore Pujalde y Arenas han idicado que llevaran en su programa, Entrgar la educaicón moral a la Iglesia Católica, vease los cursos de eduaicon sexual de la comunidad de Valencia y la oposición a Educación para la ciudadanía. Control a las autonomías con vuelta de algunas competencia al estado. Cuidado el nacioanal catolicismo sigue aqui, y en mayo y marzo del año que viene van a intentar asaltar de nuevo el poder, y probablemente esta vez sea por mucho tiempo.

  2. En el caso del PP como en el de cualquier otra sigla españolista parda, colorá o roji-parda, tras la careta no se oculta nada, que diría el maestro Nietzsche, son máscaras sobre máscaras con un sólo objetivo común, hoy más visible que nunca: EL TACO.

    Se empieza por amancebarse políticamente con un estado extranjero totalitario y machista, el retrógrado vaticano, cediendo soberanía; se sigue por hacer la vista gorda a un genocidio andalusí de siglos (que este año culmina la barbarie conmemorativa y como si nada) y por último se tolera una corrupción institucionalizada, mirando por encima del hombro a millones de seres humanos sin trabajo, ayuda ni esperanza. Llegados a ese punto de deshumanización ya se está maduro para profesar el naZional-catolici$mo en versión liberal engominada o progre con camisa azul.

    Un mundo cada vez más gris, sin horizontes, salvo la única salida de cambiar unos mangurrinos por otros, pero por lo menos que los próximos cleptócratas desalojen a los anteriores. El consuelo más amargo se vuelve dulce cuando es EL UNICO. En esta devaluada «democracia» amañada para consolidar el bipartidismo, con una proporcionalidad electiva a la carta, la gente votará para dinamitar las poltronas a los que llevan en el cargo casi el mismo tiempo que aquell carnicero innombrable del Ferrol.

    Y sí, exageran, distorsionan, calumnian, intoxican, gruñen o chillan. Atacan con todas las armas y bagajes. Sin embargo no se suscriben bajo el epíteto «ultraderecha»… ¿sabéis por qué? La alternativa derecha-izquierda dejó hace tiempo de tener sentido, fagocitada por la abyección nacionalista española y sus perrunos sindicatos verticales, todo perfumado con incienso y repicar de campanas. Tras décadas de autoritarismo no les interesa ideal alguno ni les conmueve política de ninguna clase.

    Pero al menos el derecho al pataleo. Entre tanto totalitarismo autocomplaciente no es poco. Hasta que esta podredumbre despótica monárquico-papi$ta alcance su eclosión, asqueada de sí misma.

    Ojalá que aunque no lo veamos, consigamos intuir que habrá de llegar, al fin, el alba. El alba…

    Nuestra amada Aurora de Libertad.

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