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Perfobia

jornalerasALFREDO Herrero fue un editor extravagante que nació en el mismo pueblo y en la misma casa que el no menos singular José Manuel Lara. Ambos solían bromear diciendo que El Pedroso (Sevilla) había parido dos editores y ningún lector. Herrero comenzó su carrera sorteando la censura franquista con una estrategia atrevida: les colaba libros prohibidos a cambio de títulos descaradamente nacionalcatólicos como las biografías de la colección «La epopeya y sus héroes», firmadas por estrellas del régimen pero en su mayoría escritas por negros. Uno de ellos fue Cándido, autor de Los mártires de la Iglesia (Testigos de su fe), en el que narraba la vida y milagros del abad del Valle de los Caídos y otros mártires caídos por Dios y por la Patria. Cuando murió Franco, el periodista reveló que muchos de ellos sólo existieron en su imaginación. Llegó tarde: el Vaticano ya los había beatificado en bloque.

Doy por supuesto que en El Pedroso, como en otros pueblos andaluces, algunos de sus vecinos sobreviven unos días del año gracias al PER. No son santos. Ni sus vidas son mentira. Ni nadie les regala tabaco. Ni alcohol. Ni son indios. Ni viven en una reserva. Ni son vagos. Ni han dejado de estudiar por la limosna del subsidio. Más bien, justo lo contrario. Aquellos padres que no pudieron ir a la escuela, lo último que desean para sus hijos es condenarlos al analfabetismo estructural al que ellos fueron condenados. Quizá El Pedroso ya no sea cuna de editores, pero sí de niños y niñas que van al colegio y a la biblioteca pública y tienen en sus casas los libros que sus padres y madres no tuvieron. Y en parte, gracias al PER. Porque el paro endémico que ahora sufren no es culpa de este sistema imperfecto de empleo rural, sino de políticos, banqueros y constructores sin escrúpulos ni vergüenza, como el presidente de Sacyr que encima se ha atrevido a insultar a los andaluces con su ignorancia. Otro enfermo de perfobia a fuerza de creerse las mentiras biográficas que han repetido hasta el hartazgo sobre los jornaleros andaluces. Muchos de ellos, trabajadores y gestores de su empresa. Hijos de analfabetos infinitamente más cultos que él.

Ni los jornaleros que trabajan en el PER, ni los trabajadores en general, ni siquiera los funcionarios, son culpables de la especulación inmobiliaria y financiera que ha provocado esta grave crisis del capitalismo. Los santificados por el sistema no son sus mártires sino sus verdugos. Por supuesto, muchos somos cómplices por asentimiento. Autismo casi. Y es verdad que el PER ha fabricado una casta parasitaria en Andalucía que criticó desde sus orígenes el SOC o el cura Diamantino. Pero de la corrección de un modelo de desarrollo con graves errores de concepto, a negar la evidencia del cambio radical que han experimentado nuestros pueblos media un abismo. Recurrir a los estereotipos sobre la pereza de los andaluces que levantaron y levantan otros territorios de España con notables privilegios políticos y fiscales sólo nos debe producir rechazo y un arrebato de dignidad. Perfidia, no perfobia.

2 Comentarios

  1. Excelente artículo.
    La repetición hasta el hartazgo de los políticos, empresarios e informadores de que esta situación de los pueblos andaluces es «culpa» (maldita sea la culpa y sus engendros) de todos…que hemos vivido «por encima de nuestras posibilidades», que hemos de «abrocharnos el cinturón».. es una consecuencia directa, entre otras, de la manipulación endémica de un sistema en el que está prohibido aburrirse para así no detenernos nunca a reflexionar, o en el que regalar es sinónimo lucro.

    Un saludo.

  2. El texto dice literalmente «…ni siquiera los funcionarios, son culpables de la especulación inmobiliaria…», entonces yo me pregunto ¿es que todavía alguien cree que los funcionarios pueden ser culpables de algo, sólo por ser funcionarios?, por favor, que de tantas veces repetir una mentira, no se hace verdad y yo creía que en este espacio no se caerían en los mismos dogmas neoliberales que tan de moda están.
    En cuanto al PER, hay mucho cuento en sus leyendas negras, nadie se fija en el desarollo de los pueblos, en el efecto multiplicador de ese dinero en la sociedad, del asentamiento de las personas en sus poblaciones y no tengan que emigrar abandonando sus casas; nadie se fija en la cantidad de empresarios sin escrúpulos que contratan con bajos salarios, en la cantidad de subvenciones que se reparten sin objetivos definidos, etc., etc., eso sí, es que el trabajador viva dignamente, eso no se puede aguantar.

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