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Recordando Bretton Woods en su 75 aniversario

 

Rafa Rodríguez

Hace 75 años que se celebró la conferencia de Bretton Woods (22 de julio de 1944) en New Hampshire. Allí, 14 meses antes de terminar la II Guerra Mundial, los países vencedores (aunque la URSS se retiró) instauraron un nuevo orden internacional sobre la base de un nuevo orden monetario, que duró hasta que Nixon, a principio de los setenta, lo dinamitó para abrir paso a la globalización.

Durante la conferencia hubo un duelo de gran altura entre el representante del Reino Unido, nada menos que Keynes, y el de EE.UU. un funcionario de segundo orden, Harry D. White. Keynes defendía un cambio que era revolucionario, casi un orden internacional supraestatal que, aunque él pensaba lo contrario, en realidad era incompatible con el capitalismo. White, mucho menos ambicioso, defendió el modelo que acabó aprobándose. Y lo más increíble es que White y su equipo eran pro URSS, incluso fue acusado por el Comité de Actividades Antiamericanas de ser un espía a su servicio.

El orden monetario y económico de Bretton Wood se sustentaba en tipos de cambio fijos, aunque ajustables, basados en la convertibilidad del dólar en oro, el control de capitales y el fundamental consenso internacional sobre las políticas en el mercado laboral que mantendrían la participación salarial por encima de cierto nivel. Para ello crearon nuevas instituciones económicas internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Acuerdo Internacional sobre Aranceles y Comercio (GATT), luego reconvertido en la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Bretton Wood y el fin de la II Guerra Mundial abrió una época completamente nueva, en la que EE.UU. ejerció la hegemonía mundial asumiendo la identificación de sus intereses con los del capitalismo global. En este sentido observa Panitch que “No había precedentes históricos de que una importante potencia apoyara el resurgimiento de sus competidores económicos potenciales como lo hizo EE.UU. en la postguerra”, lo que fue posible porque EE.UU. era bastante autosuficiente en exportaciones e importaciones y podía absorber los excedentes de otros Estados capitalistas como Alemania y Japón.

EE.UU. ejerció su liderazgo logrando la instauración de profundas reformas institucionales tanto internacionales como en el interior de los Estados de la Europa capitalista, que eran la frontera con los del socialismo real, lo que dio lugar a un modelo en el que se equilibraban los poderes políticos y económicos, tanto global (guerra fría) como en el interior de los principales Estados, amortiguando la lucha de clases y la contestación social ya fuese mediante el consenso social (Europa) ya mediante el crecimiento (EE.UU.).

Bretton Wood produjo el contexto internacional necesario para el pacto entre sindicatos y empresarios que permitió la creación del Estado del Bienestar como dique de contención a la URSS (Los treinta años gloriosos es expresión famosa de Hobsbawm), logrando, con un desconocido consenso social por el aumento de la riqueza e del ingreso que redujo la desigualdad, incrementó la oferta de empleo estable y produjo la era dorada del capitalismo.

El sistema público internacional se transformó radicalmente en un corto periodo de tiempo, básicamente entre 1944 y 1947, y en la mayoría de los Estados de la Europa occidental se generó un nuevo marco institucional, que permitió el fortalecimiento de la democracia en el interior de los Estados, sobre todo del centro y norte de Europa. El Estado democrático lograba así una autonomía con respecto a los poderes privados sin precedentes en la historia.

Varoufakis ha establecido la hipótesis de que, habiendo puesto en marcha la economía de guerra con éxito, la administración del New Deal estaba preocupada por la amenaza de una recesión de postguerra. EE.UU. era la única gran economía con superávit económico exportador que queda, después de que la guerra hubiera destruido la mayor parte de Europa, por lo que la amenaza de una recesión global podría ser mortal para ella y para el ya débil capitalismo occidental. La alternativa era fortalecer la demanda agregada, aumentando los salarios reales y reciclando el superávit americano en Europa y Japón para crear así la demanda necesaria que mantendría a las fábricas americanas funcionando. Bretton Woods fue el marco global para prevenir que el mundo de postguerra se precipitara de nuevo a la depresión, como en la crisis de 1929.

Como recuerda Santiago Alba Rico, Josep Fontana explicaba que fue el miedo a la expansión de la URSS, la que permitió que, a partir de 1945 y durante tres décadas, la pequeña Europa capitalista viviese los treinta años gloriosos. El Plan Marshall y las instituciones de Bretton Woods, con la estricta regulación de los bancos, no hubieran sido políticamente posibles si el capitalismo no hubiera estado amenazado al final de la década de los años 40.

Bretton Woods, y las instituciones que el New Deal estableció en los años 40, no pudieron sobrevivir más allá del final de los 60 porque se basaban en el reciclaje del superávit americano en Europa y Asia. En este contexto, Nixon decidió acabar con el sistema monetario basado en el patrón oro y la convertibilidad directa del dólar con respecto al oro (el Nixon Shock de 1971), [instaurando un nuevo sistema monetario que, a partir de los años setenta, generalizó un régimen de tipos de cambio flotantes y el sucesivo abandono de los controles de divisas sobre los flujos internacionales de capital, convirtiendo de facto al dólar en la moneda reserva global sin referencia a ningún otro valor.

Todo ello demuestra que el orden internacional ya sea el que nació en Bretton Wood o la globalización no son productos “de la evolución natural de la economía” sino producto de decisiones políticas.

 

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