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SOBRE LA PROSTITUCIÓN Y TAL…

Laura Frost

No nos ponemos de acuerdo, está claro, y así nos va. Feministas todas, no cabe la menor duda, pero cuando se trata de la prostitución se abre la brecha insalvable, el debate tiránico de las pequeñas diferencias y al cuerno con todo. Unas que apuestan por la regularización, otras que lo hacemos por la abolición. Francamente, a las primeras, les diría que se equivocan, así con toda la soberbia que me sale del cuerpo, que soy yo mucho de que me entren esos arrebatos. Luego me pensaría las palabras, intentaría encontrar el contexto adecuado, buscaría el modo de que no me palpitara la yugular cuando pienso en las menores obligadas a prostituirse, para respirar un poco y expresarme algo mejor. De cualquier modo, por todos es sabido, que soy una mujer con poca mesura. ¿En serio os creéis ese bulo de la libre elección? ¿Hasta ese punto estáis inoculadas, compañeras de faena, de ese discurso neoliberal o liberal (a secas) que nos venís a defender el derecho sobre el propio cuerpo? Vamos a ver, ¿y si dejamos de poner el foco en las mujeres y en sus cuerpos y nos centramos en donde radica de verdad el problema? La prostitución existe porque hay quién la compra, queridas. Es así de simple. ¿Dónde reside entonces la ética? En argumentar que si regularizamos el proceso, las prostitutas tendrán sanidad, controles médicos, garantías laborales y sociales y no sé qué más pamplinas, ¿verdad? Me cuesta trabajo creerlo. Desde un punto de vista ético, incluso defendiendo los derechos individuales por encima de todo, la moral individual no es más que el ejercicio que debemos hacer para una transcendencia hacia un plano superior, hacia un bien común. Eso era un poco lo que decía Kant, ¿no? Bueno, yo es que no me acuerdo mucho, que lo estudié en el instituto y las madres de pueblo no tenemos tiempo para refrescar según qué cosas, pero creo que desencaminada no voy. Desde luego, no para hacerle el juego al modelo patriarcal y al status quo social que perpetúa la desigualdad hasta el extremo de profanar el primer templo, el más sagrado, nuestros propios cuerpos. Es que ni me refiero a la trata de personas, que eso ya cae por su propio peso, ni a las niñas que son obligadas por sus propias familias a ejercer la prostitución para facilitar el sustento de una pandilla de vagos y malhechores. Hablo de esa concepción idílica, casi estúpida, que esgrimen algunas personas sobre la prostitución como un oficio cualquiera y que, por lo tanto, debería estar sujeto a las leyes del libre mercado. Pues, yo estoy lo entiendo del mismo modo que le explicaría conceptos morales a mi hijo Mateo que tiene ocho años, porque Violeta ya con catorce es que me sobrepasa. Yo le diría: “Hijo mío, se roban bicicletas porque hay quién compra en el mercado bicis robadas, y lo mismo ocurre con los móviles, y otras tantas cosas. Así que no compres cosas robadas y no perpetuarás que eso tan malo ocurra”. Sencillito, ¿verdad? Casi tonto, pero absolutamente extrapolable. Se venden cuerpos porque hay quien los consume, y además, para mayor desfallecimiento es que se considera algo natural y absolutamente normalizado. Todavía tenemos que escuchar en cualquier conversación: “Mujer es que el hombre se tendrá que desahogar”, “Es que es bastante feo, ese no liga ni para atrás”, “Pues si ellas quieren, ¿por qué no?” ¡Toma ya! Pues mira, preciosa, se me ocurren cientos de modos de que ese señor tan feo, o tan objetivamente feo, se satisfaga en su necesidad sexual sin tener que consumir un servicio a través de la compra/venta de cuerpos humanos. ¿Quieres que te de ideas? Seguro que no hace falta, si somos todas muy listas. Pero no, vamos mejor a creer que esto es un negocio tan sano como otro cualquiera y nos olvidamos de las mujeres, que total, si ha sido el oficio más antiguo del mundo. Pues sabéis una cosa, ni una sola prostituta ha llegado a ejercer la prostitución por gusto, o por placer o porque sea una enferma. Dejemos las cosas claras de una vez. Las mujeres que llegan a esa situación provienen de historias de vida muy duras, con infancias terribles la mayoría de ellas, abocadas a ese espacio terrible por las fuerzas de un modelo económico, social y cultural devastador y sanguinario. Pero continúa siendo un tema de mujeres, ¿no? Lo abordamos nosotras, que no tenemos ya bastante con que nos vayan matando a sangre fría, destrozando la vida de nuestros hijos e hijas, sobreviviendo en este mundo hostil. Pues que sepáis, compañeras, que este tema para mí está zanjado de antemano. Es un problema de hombres, de su moral, del gozo de sus privilegios, de la usurpación que llevan haciendo miles de siglos de nuestros cuerpos y vidas. Yo no quiero vivir en un mundo donde todo vale, donde los derechos individuales se pervierten bajo la inoculación brutal de la estructura del capital, donde el patriarcado como modelo se consolida, mutando hacia formas más sutiles, amables casi. No querido, tú no tienes derecho a comprar el cuerpo de otra persona para satisfacer tus necesidades. Y no, no es un derecho creer que podemos vendernos, eso es una perversión del propio concepto de libertad. No, yo no quiero que mi hijo venda su cuerpo por dinero, y no, no quiero que mi hija compre el cuerpo de nadie. Yo los quiero libres y sanos y para eso, es imprescindible, que nosotras las mujeres no nos pervirtamos jamás en nuestra lucha.

4 Comentarios

  1. ¿y que puede hacer ese hombre tan feo para desahogarse? es que no soy madre de pueblo.

  2. Jesús Delgado Cisneros

    Se puede estar de acuerdo con lo que escribe Laura, pero mientras haya dinero, siempre habrá hombres dispuestos a pagar por acostarse con una mujer y una mujer dispuesta a ganar dinero por ofrecer su cuerpo. Otro asunto es la trata de menores, situaciones desesperadas…, pero hay muchas mujeres que ganan unos sueldos fenomenales practicando la prostitución. ¿Lo hacen por qué les gusta? No lo sé, pero si les da a elegir entre ganar lo que ganan (miles de euros) y tener un trabajo «más honrado» y no llegar ni a mil euros, muchas os contestarán cosas poco elegantes. ¿Se acabará la prostitución algún día? Tengo mis dudas.

  3. No se puede decir más alto ni más claro.
    Totalmente de acuerdo, Laura Frost.

  4. Valle Lopez-Tello

    Bravo Laura!!

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