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Las ventajas de ser estúpido

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Francisco Mora.Cultura.3.0. 24/02/2011.
Al parecer, Charles Darwin, padre de la Teoría de la Evolución, eludía conscientemente utilizar la palabra evolución. Ello era debido a que tal palabra poseía connotaciones, no de cambio, que sí las tiene, sino de cambio con progreso o mejora, lo que para él carecía de un estricto rigor biológico. Es curioso, señalaba Stephen Gould, que Darwin se quedara casi solo en su insistencia en que el cambio orgánico conducía a los individuos  sólo a alcanzar una mayor adaptación al medio ambiente sin que ello conllevara ningún ideal abstracto de progreso (definido éste por una mayor complejidad estructural o de ascenso progresivo de lo inferior a lo superior). En otras palabras, Darwin se esforzaba en señalar el hecho, hoy bien sabido, de que los seres vivos, sus genes, mutan, cambian y que tales mutaciones o cambios pasan a los hijos, es decir, se heredan. El éxito o el fracaso de estos cambios, dando lugar a una mayor o nula supervivencia, viene determinado por las condiciones del medio ambiente. En esencia esto indica que el proceso evolutivo es un juego entre mutación genética al azar y un determinante que es el medio ambiente y que en períodos concretos ha favorecido una determinada línea de mutaciones. Nada más.  Ver en este proceso un sentido teledirigido hacia un objetivo determinado, por ejemplo la aparición del hombre, es para muchos biólogos, y como señalaba Gould “un prejuicio antropocéntrico de la peor especie” sin fundamento biológico alguno.

A la luz de estas consideraciones sobre evolución y progreso, inferior o superior, cobra sentido aquella pregunta que se hizo Asimov con aparente ingenuidad. ¿Quién está mas y mejor capacitado un hombre o una ostra? Y reconocer que, a pesar de las enormes potencialidades del hombre y de su inteligencia, si la Tierra fuese de pronto anegada por el agua, el hombre presumiblemente perecería mientras que las ostras sobrevivirían. Así pues, la capacidad o superioridad de una determinada especie no puede ser considerada a menos que ésta se enmarque dentro de un medio ambiente igualmente determinado. Y es, en este sentido que se cuestiona  la idea de que la línea evolutiva que ha dado lugar a un cerebro grande y complejo como el del hombre se considere definitivamente como superior respecto a otras tendencias evolutivas que han llevado a la aparición de un cerebro cada vez mas pequeño, de organización sencilla, relativamente lento en su funcionamiento y por ende, presumiblemente estúpido.

Y esto último refiere a que hay diferentes tipos de mamíferos acuáticos y otros animales, que al parecer han seguido una línea evolutiva con la aparición  de un menor tamaño cerebral y una mayor capacidad y tiempo de inmersión en el agua. De hecho el cerebro es el órgano limitante en el consumo de oxígeno de ahí que  a menor tamaño cerebral, menor consumo de oxígeno y mayor tiempo de inmersión, lo cual confiere al animal importantes ventajas biológicas, entre ellas un mayor tiempo y capacidad para encontrar alimentos y mayor habilidad para escapar de los depredadores, además de otras ventajas de supervivencia en condiciones adversas. Lógicamente estos animales, con cerebros pequeños, son muy torpes para el desarrollo de ciertas habilidades que requieren de un cerebro grande y complejo. En otras palabras es algo así como si esta línea evolutiva hubiese sacrificado la inteligencia a cambio de una mayor capacidad de supervivencia, o si se quiere, a costa de una relativa estupidez. Es por esto que, bajo ciertas condiciones, la relativa estupidez ha podido ser un determinante evolutivo más poderoso para una serie de especies, y bajo ciertas condiciones, que la relativa inteligencia.  Piénsese por ejemplo en la tortuga de agua dulce, un pequeño reptil, capaz de estar sumergida bajo el agua más de una semana  y por tanto con un cerebro que funciona en condiciones nulas de oxígeno. Como ha señalado el profesor Eugen Robin, de la Universidad de Stanford “en cierto sentido hay animales que han cortado la línea evolutiva hacia la inteligencia por el desarrollo de una increíble capacidad de soportar una profunda depleción de oxígeno. Cualquiera que sea la sabiduría de esta elección, desde un punto de vista evolutivo, es importante resaltar que la tortuga, por ejemplo, ha sobrevivido como animal estúpido mas de doscientos millones de años”.

Es difícil decidir  cuál de las dos características, inteligencia versus estupidez o cerebro grande y complejo versus pequeño y simple, tiene, a la larga, un mayor valor de supervivencia. Presumiblemente ello dependerá de los posibles cambios que ocurran en el medio ambiente a lo largo del tiempo y no pareciera, en este sentido, que las predicciones que se hacen para el año 2050 sean muy optimistas para la especie humana. Y es que, efectivamente,  el acúmulo de C02 en la atmósfera,  la destrucción de los grandes bancos de pesca oceánicos y el aumento de la población mundial, puede llegar a tal punto de no retorno que hace cuestionar la “superior inteligencia” humana. En cualquier caso, no parece caber duda de que la tortuga, con sus doscientos millones de años de existencia, ha pasado con sobresaliente por un durísimo banco de pruebas que ha llevado a la extinción a muchísimas especies. Pruebas, por otra parte, de las que la especie humana siquiera tiene un atisbo, con solo el millón de años de su existencia

Un comentario

  1. Muy interesante lo expuesto. Eso me hace pensar si alguna vez el hombre, con su inteligencia, será capaz de conseguir una forma de sobrevivir a cualquier modificación del medio que pueda ocurrir, no sólo en este mundo terreno, sino también en el universo entero. Supongo que, de conseguirlo, sí se podría decir que es un acierto el evolucionar hacia el desarrollo de la inteligencia y no a la inversa. Hoy por hoy, parece que la tortuga está llevando razón a pesar de su escasa inteligencia.

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